lunes, 1 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rosas

Ha colgado Mari Lina, como cada mañana, una flor para dar los buenos días. Hoy ha sido una rosa roja. Le he puesto el comentario, como siempre, y se me ha ocurrido escribirle: no hay mejor manera de comenzar el día, la semana y el mes… que contemplando una rosa roja.

Juan Francisco, un amigo que vive en Chinchón, por su parte, ha ilustrado el  comentario al artículo de José María Hidalgo - por cierto buenísimo, les recomiendo la pincelada de Historia, que cada día cuelga este historiador perote afincado a orillas del Mediterráneo en tierras catalanas… -  con una rosa amarilla con los filos enrojecidos o sea una “Madame Meilland”. ¡Otra preciosidad!

No es cuestión de dar una lección de rosas ni de colores ni de bellezas que rompen los aires cuando llega abril y que, a lo largo de todos los meses del año, nos aportan algo diferente porque son unas flores únicas. No. De aquellas rosas azules, blancas del Angelus y Platero que contaba Juan Ramón… de esas, tampoco, hablamos.

Los poetas han cantado, desde siempre, a las rosas. “Joyas vivas de infinito” las llamó Federico García Lorca; Se refugiaba Valle-Inclan (que no era precisamente un poeta) en la “rosa intemporal y  Neruda  le decía: “eres música, / firmamentos, palacios, ríos, ángeles…” y concluía para llamarla, “limitada, íntima”…

Dicen que vino de Asia. No se sabe cuándo ni cómo llego a Europa. Está extendida por el mundo entero. Tiene auténticos genios en su cultivo, en la obtención de variedades nuevas que buscan colorido, originalidad, olores, portes, tallos, florescencias… Todo lo que ustedes quieran.

Cada año en el Parque del Oeste de Madrid se celebra un concurso internacional. La rosaleda del Parque del Retiro hace una aportación extraordinaria cada primavera,  como también lo era la del Parque de los Príncipes en Sevilla; Córdoba, cerca de la Avenida de Medina Azahara; las del Marqués de Monistrol en Barcelona, la de los Jardienes del Real en Valencia…

Aquel genial malagueño, muerto en tierras argentinas (se cumplió una vez más lo de madre para todos y madrastra para mí) cantó a la rosa de la Alhambra: “En Granada había una rosa, más bonita que ninguna…”  Eso, eso.

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