sábado, 19 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde abril


Al atardecer cantaban los mirlos en el soto del arroyo. La sinfonía era única. La tarde se iba con lentitud y, a uno, le invade un gozo enorme cuando asiste a estos espectáculos breves y singulares, al mismo tiempo, que siente como brota la melancolía más íntima en lo más profundo.

Ha pasado el “empacho” de procesiones con el que las televisiones locales se han despacho de sol a madrugada estos días. Ha habido cosas interesantes, y quien se pone delante de un micrófono y va el tío y dice: “porque ustedes sabéis…”

Han saltado, al ruedo de la prensa, un puñado de  noticias: el afán recaudatorio de los radares. Demasiados muertos en la carretera; botellones de jóvenes, y quien no ha rapiñado más porque no se levantó antes…

Están las carreteras hechas un asco: ni asfalto, ni señalizaciones, ni diseño, ni trazado de curvas. Pero no pasa nada. Al hombre de uniforme lo posicionan en una recta para que fotografíe más que el retratista del parque aquellos días de feria de cuando éramos niños. Un poco más adelante los del bloc… Ustedes me entienden.

Cantó Luis Eduardo Aute aquello de “imagínate una tierra donde África es hermana / donde la gente bebe, en la Semana Santa”. Pues como entonces, Luis, como entonces, pero ahora un poco más, porque el personal se ha pasado al alcohol duro: ginebra, güisqui… Se bebe y no se come. Crunch directo al hígado.

¿Corrupción? El mozo acompaña a Rinconete y Cortadillo. Van  a la casa sevillana de Monipodio –siglo XVII-.  Da instrucciones. La cita, un poco larga: “En eso de restituir no hay que hablar -respondió el mozo-, porque es cosa imposible, por las muchas partes en que se divide lo hurtado, llevando cada uno de los ministros y contrayentes la suya”.


Un mal aire, también, se ha llevado a García Márquez. Proliferan citas, informaciones, dichos… Todo se le atribuye a García Márquez. Me quedo con algo muy explícito. Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Si es verdad, lo borda. Deseemos cien años de eternidad a Macondo. Siguen, esta tarde abril, los pájaros cantando.

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