miércoles, 9 de abril de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Cómo le ponemos a esto?



Huyen del hambre. Les sobra miseria y le falta Justicia. Las imágenes son escalofriantes: encaramados a una alambrada piden la entrada a lo que ellos consideran el paraíso. Ha saltado como noticia de última hora: la marina militar italiana ha rescatado más de cuatro mil personas, entre el martes y el miércoles frente a Sicilia.

Desde principios de año, van más de quince mil los rescatados en Italia. En España, no se sabe. Están cerradas las puertas. No juegan al baloncesto  ni cantan en ningún grupo musical. Serían, entonces, “hombres de color”. Estos, son negros. Y, además, pobres.

Está claro. El mundo se rige por normas. Malas, regulares o peores, pero reglas. Hay que encontrar una solución: la hay. Por supuesto que la hay. La menos mala siempre sería mejor que enfrentarlos a unos hombres de uniforme que, encima, tienen que obedecer a otros. Como si esos hombres de uniforme no tuviesen, también ellos, sus sentimientos.

Han andado cientos, miles de kilómetros. Cruzaron un desierto de arenas ardientes. Inmenso. Sortearon expltaciones inhumanas, violaciones de almas y cuerpos. Estafas. Estrujados hasta el límite… Un tuerca más, y se muere. Aquí, parecen decirse las mafias. Muerto no nos vale de nada.

 Europa es tierra prometida. Todo es oropel. Llenamos cubos de basura cada noche con comida que nos sobra. Las imágenes de televisión les han contado que la gente, en los países ricos, paga por…¡adelgazar! Ellos no pueden pagar ni para comer.

Tienen unos ojos grandes, redondos, profundos. Han visto tantas lunas como noches de sueño en la tribu lejana o en las noches del desierto (el físico y el de sus propias vidas). La tribu está lejos, tan lejos como esa solución que en su creencia piensan que van a encontrar al otro lado de la alambrada.

 El mar, poético, precioso, por donde dicen que  navegó  Ulises es un cementerio. Es el mismo mar de las culturas y civilizaciones. ¿Ahora?  Están en la orilla de Europa. No saben nadar – tampoco les iba a servir de mucho – pero es que ni siquiera habían visto antes el mar. ¿Cómo le ponemos a esto?

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