viernes, 11 de abril de 2014

Una hoja suleta de cuaderno de bitácora. Bendita Tierra

Josefina Carabias nació en Arenas de San Pedro. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza. Era el Madrid del preludio de la guerra. Derecho y periodismo; luego, corresponsalías en Washington y París… y el diario Ya. Hasta casi su muerte. Hoy me acuerdo de ella por varias cosas. Verán.

Lo cuenta en el Epílogo de “Juan Belmonte, matador de toros” de Chaves Nogales. Está sentada junto a Juan, en un café de la calle Sierpes. Le preguntan al maestro cómo un hijo de Carlos Núñez - montado a la grupa de un toro - ha podido domesticar a la fiera: “dándole de comer como a todo el mundo”; la primera.

Corresponsal en París compra un apartamento en Marbella. Acude  todos los veranos. Toma unos esquejes - está de poda un jardinero en las cercanía de su casa - y los clava en el arriate del balcón. Al año siguiente, regresa y encuentra el balcón poblado de flores. En un artículo se pregunta ¿“qué tiene esta bendita tierra que hasta los geranios florecen sin que nadie les haga nada”? Lo recogió Agustín Lomeña en sus tiempos de Sol de España; la segunda.

En una librería de Arenas de San Pedro me encontré: “Gredos, por dentro y por fuera”. Autor: Cayetano Enríquez de Salamanca; Lo prologa ella: “(…) todo ello envuelto en la luz plateada de la luna llena brillando en lo alto…” y agrega: “las murallas de Ávila la hicieron los hombres, esta muralla azul que nos rodea, nos la hizo Dios…”; la tercera.

De sus columnas de Ya... Uno empezaba a tener inquietudes. Rellenaba - mejor, manchaba papeles - y ponía impresiones y cosas del joven que se inicia. Devoraba lo que caía en mis manos. La leía con fruición; aprehendía y, ahora cuando ha pasado el tiempo, lamenta no haberlo hecho más. Nunca se aprende del todo.

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