miércoles, 2 de octubre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cabreo de dioses




Está pero no ha venido; amaga pero no entra; avisa y se teme. Se sabe que ronda por enfrente, por la Serranía de Ronda, por Alcaparaín… Corona El Torcal y las Orejas de la Mula. Puede que esté ‘apatarrada’ sobre Sierra Aguas.  Hace un rato se abrió un claro sobre la Sierra del Valle y ahora la caliza se ve empapada… Puede que se haya escurrido, por la Joya, hacia la parte de Granada.

La tormenta tiene pinta de ser un cabreo de dioses mitológicos o un choque de aires que no quieren cederse el paso. Es un espejo de ideas de niñatos pijos que vuelven del botellón de fin de semana o la obra de un aficionado a la electricidad que está enganchado cables sin tener ni idea… Puede ser lo que ustedes quieran. Pero la tormenta - algunas tormentas - tienen un mandado.

He echado un vistazo a los papeles viejos y estamos en lo más granaíto de la feria. Desde mediados de septiembre - algunas veces hay adelanto, como cuando la gente cobraba por un habilitado y lo pedía - y la mediación de octubre es cuando dejan la tarjeta de visita.

Que si las campanas de la catedral tocan a media noche y despiertan a media Málaga (la otra mitad, ya luchaba contra el Guadalmedina en El Perchel y en la Trinidad), que si la riada del año en que se ahogo Torrijos, que si la del 89 cuando sacaron a María, ‘la Boja’ de los Aneales, que si la que vino el día que enterramos a Mérida y se llevó la vía del tren…

Una retahíla interminable, un rosario largo y de cuentas negras. Más, que días tienen los dos meses juntos para contar cosas feas, muy feas, porque donde está la muerte de por medio… Pues ¿qué quieren que les diga? Las tormentas como dice mi amigo José María hacen pequeños los ojos grandes de los puentes sobre arroyos y ríos secos.

Estaba ayer tarde el cielo precioso. En un abrir y cerrar de nubes se tornó, celeste de pureza. Perdió el añil manchego con que se viste en verano y dejaba que se columbrasen las nubes que iban a ninguna parte. La tarde se iba entre pájaros que buscaban la rama para pasar la noche y los perros que ladraban en el campo.


Ya no pasan los trenes que silbaban en la lejanía, cuando subían por la Cuesta del Cajero,  poniendo una nota de melancolía  en la tarde. Los trenes, esos trenes de humaredas algodonosas y máquinas negras, eran de ayer; la tormenta – y éste verano que no quiere irse, porque Dios no se queda con nada de nadie como dice una amiga mía-  puede ser de cualquiera de estos días.

2 comentarios:

  1. Pepe, espero que no se añoranza tú relato. espero que la tormenta lleve los sonidos que quiera, pero que cuando descargue esa agua necesaria sea suave, cale y no arrastre, que de vida y no desastre.
    Quizás sea necesaria el agua debido a las calores que seguimos manteniendo y el juego de si ahora si o ahora no, pero....... que sea con un compás armónico y no solo con trombón.

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  2. Amigo José. Sabemos por experiencia que cuando llueve en Tenerife a poquito llega a Álora. Pues desde ayer tarde tenemos aquí agua con ganas. De hecho mientras te estoy escribiendo cae una buena tromba.
    También conviene que tengamos paciencia en nuestros ruegos no sea que nos la manden de golpe y
    nos den otro susto como por ejemplo el año pasad. Que Dios no lo quiera.

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