martes, 29 de octubre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Maria de la O


                                               

Desgracita, teniéndolo tó. Dineros por medio, castigos divinos y cruces a cuesta. Pregonaba una soledad impuestas por una mala decisión tomada a destiempo. Maldito parné. Salvador Valderde y Rafael de León llevaron al pentagrama letra y música universal. “Querer como aquel nuestro, no hay en el mundo dos”. Y sigue María, María de la O, cantando su destino.

Julio Romero pintó a una mujer de ojos negros y bellos; profundos como una noche de estrellas; enigmáticos como el sueño de Córdoba entre patios de flores y geranios que como la carita – labios con rictus de tristeza - de la mujer “el sentío  quita”… “Ay, válgame San Rafael, teniendo el agua tan cerca y no poderla beber”.

El hombre del campo sabía que, en la Voz de Álora, Luquita el de la “ceneece” ponía los discos dedicados, y él los escuchaba en la radio de petaca… y sabía que Juanito Valderrama hablaba de un maletilla que no tenía suerte y, que Antonio Molina, vendía un agua fresca -“tan fresca como la nieve”- pero esa agua la daba la Fuente del Avellano y esa fuente estaba muy lejos.

Sabía el hombre del campo que cuando la piedra blanca del Hacho se veía era la hora. El sopero cortaba un cuarterón de pan de cada talega y migaba las sopas. Sobre tres piedras la sartén para el sofrito; abajo unas taramillas y la candela… Sabía, el hombre,  por cómo estaban las sombras, por el olor de campo y, por cómo estaban los pájaros, la hora.

Doña Concha, que esa sí que era grande, Estrellita Castro, don Miguel de Molina. (El don vino después. Carlos Herrera se fue a su casa de Buenos Aires y le dijo a España entera que era un horror lo que se hacía con él) y, otro Miguel, Miguel de los Reyes, que hablaba de las noches de luna en el río, de chumberas, de zambras en las cuevas granaínas… España se arrancaba el fajín de luto del antebrazo; el otro fajín, tardó, más tiempo.


Y, el hombre del campo escuchaba, en La Voz de Álora,  a Luquita, que para entonces todavía, no era Lucas. Era tan buena persona y tan generoso, como cuando se hizo grande. Llevaba sueños y mensajes de amores imposibles desde sus “discos dedicados”. ¡Tiempos!

1 comentario:

  1. A veces pasa el tiempo, físico, pero que maravilla mantener ese tiempo dentro de unos surcos de la memoria, la mayoría de las veces tapado con el polvo de ese tiempo físico, donde un pequeño soplo, como ese que has manifestado, ha dejado limpio y brillante para disfrute y añoranzas.

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