lunes, 21 de octubre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olivos

                                              

Dicen que en la Grecia antigua olivos y mitología iban de  la mano. Simbolizó la paz, el nacimiento de Atenea o la coronación de  los vencedores en los Juegos Olímpicos cuando el doping aún no había llegado al mundo de la competición.

En la escuela, el maestro, nos enseñaba que, hasta este extremo del mar azul, lo habían traído los fenicios que venían de una tierra de muy lejos - donde también había cedros pero esos árboles no sabíamos cómo eran - en barcas de pequeño calado a las que empujaba el viento.

El mejor ejemplar del término municipal: soberbio, imponente, extraordinario, único, estaba, conforme sube el camino desde Los Lantiscares hasta la Atalaya, antes de llegar al término  de Antequera. En su hueca se cobijaba una cuadrilla de hombres cuando los sorprendía un aguacero en el campo. Un día volví y por mor de una ganadería brava (señoritos de nuevo cuño) estaba deteriorado, y casi subsistiendo a duras penas.

Otro - otro olivo - le dio nombre a un pago rural: el Hoyo del Olivo, donde se dan la mano las estribaciones del Hacho y el Monte Redondo. Allí nace el arroyo del Baece que en el Libro del Repartimiento aparece como el arroyo de Catalina Díaz… También dio ‘apellido’ a Pedro, - Pedro ‘el del Olivo’- que un día llegó al banco con un gran apósito tapando un ojo. Pedro - le preguntan - ¿qué te ha pasado? “Na, que me han sacao un ojo”. Y, se quedó, tal cual.

Extraordinarios son los que se crían en la Herradura, donde el arroyo de los Chinos, que viene desde las tierras altas de la Atalaya de Omar, estrangula el meandro, frente al Escondrijo, antes de llegar a confluir con el Jévar, junto a las tierras que fueron del antequerano  Francisco Martínez Primo - el que doró el retablo de la iglesia en el XVIII -  y, que después se llamó El Tallista.

Hay ejemplares fuera de lo común en la Solana de Cerro del Cura, que traspone por el Puerto hacia el Lomo Frío; en Bombichar – la Bobaxter de Simonet- ; en los Romerales, en Las Angosturas; en la Zurriaga… En la plaza de Médico Zamudio. Vino de la mano de Andrés García cuando era concejal de Agricultura o el que le ha mandado - en fotografía - Felipe Aranda a Lucas López…


Don Antonio Machado lo cantó: “campo, campo, campo / y entre los olivos / los cortijos blancos”; otro Antonio -  García Barbetio - dijo de él que “todos los años, ahí anda el olivo, que ha hecho de cada gota de agua una aceituna” y, Federico vio cómo se iba, “entre naranjos y olivos” el río Guadalquivir… Olivos, olivos, olivos…

2 comentarios:

  1. Precioso tu artículo. Historia y mucho más. Me tienes que llevar a ver esos portentos de la Naturaleza. El café lo pago yo. Saludos.

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  2. Amigo Pepe, cuando detalla los parajes de los alrededores del pueblo, me hace sentir que esta lejanía me he perdido tantos conocimientos de mi pueblo que creo leer un poco de fantasía.

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