miércoles, 22 de noviembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viento del norte


                        


22 de noviembre, miércoles. Era aquella hora en que las emisoras de radio dejan de dar la matraca, él – o sea yo – abrió la ventana y dejó que entrase el aire fuerte y huracanado que dicen que viene desde el Polo Norte pero que aquí, a las tierras del Sur, llega con menos intensidad que a otras zonas de España.

Era a media mañana y entonces, sin saber porqué se le vino a la cabeza un recuerdo de cuando era niño. Recordó que a esa hora las mujeres en el pueblo hacían las faenas de la casa. No había lavadoras eléctricas que mueven la ropa, la lavan y hasta dicen que la seca. Y aireaban las habitaciones (a los dormitorios en los pueblos se le llama ‘el cuarto’). Las mujeres abrían los balcones y las ventanas…

Recuerda que, entonces, sin saber cómo de alguna de las casas salía a la calle desde el interior de una de las pocas radios que había una voz conocida, familiar. Era la voz de un hombre que, una vez, vino con una troupe y cantó en el cine del pueblo y la gente hablaba de él y decía que de niño había vendido leche, a granel, por las calles de un barrio de Málaga que está a la orilla del mar, Huelín.

- “Abrid niña los balcones… “ cantaba con una voz limpia, maravillosa y decía, en la copla, claro, que traía rosas sin espinas - ¡qué cosas verdad! – y hacía una retahíla de flores y plantas que ofrecía en su pregón. Clavellinas, romero, geranios y ‘pilistras’…

Después, algunas veces, según que tiempo, en la esquina de la calle un hombre pregonaba ajos de Alhaurín; otro, el trapero, compraba cosas viejas y trapos;  un día cualquiera sin saber cómo ni de dónde venía un hombre, que soplaba sobre un instrumento especial, diferente, que desencadenaba una melodía de notas y una voz que se alargaba mientras tenía aliento y decía: “el afilaoooo”

España soñaba – los niños con tener un balón de reglamento – con ser feliz. España, siempre a caballo entre lo que fue y lo que algún día quería ser. Deshojaba el almanaque del subdesarrollo y pasaba los días en los que tardaba demasiado en llegar la feria con la ‘ola’ y ‘las cadenitas’ y la Semana Santa…

Desde hace un tiempo parece que el sueño se ha convertido en pesadilla. Ojalá el viento del norte la traiga y aparezca esa pizca de ilusión que nos haga soñar…

 

 

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