lunes, 27 de marzo de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Deleite


                                   


            Antonio Javier Trujillo. Pregonero Semana Santa 2023 de Álora


27 de marzo, lunes. Están los templos en penumbras y no hay flores -tiempo de Pasión obliga – en los altares. Están a rebosar las Casas de Hermandades y tiene semiabiertas las puertas por las que hace unos días entraron cajas con cirios – “niño aguanta la vela que la procesión es larga” y se han desempolvado enseres. Se le saca brillo, mucho brillo a la alpaca para que parezca plata y están a pedir de mal de ojos los varales de los tronos… Está todo, bueno, casi todo…

Hace unas cuantas noches Antonio Javier Trujillo nos leyó el atlas de su vida. Todo comenzó de niño, de muy niño, tan niño que una tarde, cuando lo llevaban de la mano,  alguien le preguntó:

-         “Niño, ¿y esa corbata negra?

-         Es luto por mi abuela Javiera…

Antonio Javier con palabra certera, precisa, oportuna comenzó a evocar nombres que no por ausentes han perdido presencia en el recuerdo. A esas personas les puso su momento y su esquina, su lugar y aportación. Gracia a ellos hoy somos los que estamos…

El niño que se nos ha hecho hombre sin que casi nos demos cuenta, las otras noches desgranó como se desgrana los sentimientos, con un ¡ay¡ que se entrecorta en la garganta, casi todo lo que él ha vivido que es algo más que mucho, muchísimo, y nos lo contó con esa palabra sorprendemte de quien tiene muchos caminos andados a pesar de tener al juventud a pedir de mano.

Hizo una introducción antológica. ¡Qué maravilla de conversación entre su pueblo, que se quedaba y él que se iba! Lo primero, cierto. Lo segundo, no. Nunca se fue del todo. Siempre como aquella letra de zorcico (por cierto, “Pamplona, qué ciudad”) ambicionó volver y lo ha hecho por esa puerta grande que se abre en contadas ocasiones, en los momentos especiales como ese que evoca al maestro Alcántara “cuando está que arde el atardecer…”

La religiosidad cuando no se vive es impostura. Antonio Javier buscó los momentos únicos. Supimos que en San Juan “ahora, no huele a nada” y de la corana de espinas que lleva la Virgen de la Animas o de la Soledad o de la Piedad o de ese Jesús que baja de la Torres, del Calvario, o que casi roza con sus dedos las paredes o va sobre un catafalco – donde él toca el tambor - o entra en ‘otra’ Jerusalén, o se reencuentra con su Madre, Dolores, una mañana de Despedía…

A todo eso, él lo llamó Pregón de Semana Santa; algunos de nosotros, deleite.

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