lunes, 31 de octubre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olores

 

                                    


31 de octubre, lunes. Alguien dijo que lo que percibe el olfato incita o repele. Es verdad. Aroma y peste son antónimos. Uno, atrae; lo otro, repele. No siempre hemos seguido la dirección que llevábamos cuando nos encontramos como un bofetón en la cara eso que sale de aquel lugar.…

Los olores influyen en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Mitigan, incitan, moldean, traumatizan, calman. Las mezclas de sustancias químicas llegan, no siempre de manera voluntaria, hasta la pituitaria del quien transita por la calle.

Piensen en una tarde cualquiera si se pasa por la puerta de una perfumería… A veces, es tan potente, tiene tanta intensidad que embriaga. Incluso hay personas con ciertas patologías que se ven en dificultades respiratorias cuando las perciben lo que sale de allí adentro.

Una noche de abril, una tarde de mayo, una mañana de lluvia con la tierra mojada después que el agua lo haya empapado todo…

Alguien dijo que Málaga es de las pocas ciudades marineras donde no se percibe el olor a brea. Es verdad. Lo que no aclaró es que Málaga vive de espaldas al mar. Llegan los barcos a atracar casi en la misma calle Larios y sin embargo el olor se queda un poco más allá, al otro lado de la plaza que, curiosamente, se llama, de la Marina.

Hay otros olores que atrapan. Esas casi madrugadas de invierno cuando el vaho de la noche se levanta perezoso y desde dentro sale el olor a café que invita a degustarlo. Es el cuerpo quien lo pide y el olor quien atrae…Usted pude pedir: un cortado, un sombra, un largo, un corto, un manchado… Todos llevan dentro algo que lo identifica: el olor.

Recuerdo una noche en Marrakech. Fui incapaz de entrar en el zoco. Se mezclaban olores a cueros, metales, especias, frutas maduras, encurtidos, carnes donde dormitaban las moscas esperando al nuevo día, pasteles, gente sudorosa… Aquello no eran olores, era eso otro que tiene el nombre tan feo.

Tengo otra experiencia – perdonen que hable de mí – de contrastes. Volábamos – entonces aún era Unión Soviética -con la Aeroflot de Jabarosk a Moscú. Las azafatas, atentísimas, cordiales, encantadoras. Ocho horas de vuelo con constantes atenciones… Aquellas mujeres estaban escamondadas, si se me permite la palabra. Trasbordamos a un avión de la Austrian Airlines. El personal de a bordo con profesionalidad similar.  Solo tenía una diferencia: sus ojos estaban ribeteados con rimmel y desprendían perfume de Coco Chanel…

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