viernes, 21 de octubre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El encanto espera en la esquina

 

 

                      Jardín vertical en Álora...

                  

 

En el entronque de las calles Cantarranas y Algarrobo, hay un jardín colgante – no es como los de Babilonia – pero tiene su belleza que lo hace único. Ocupa la fachada que sirve para que las dos se den la mano y cuenta con la aprobación de viandantes y vecinos. En la acera de enfrente, una figura en bronce recoge el homenaje a la faenera… 

 

La calle Cantarranas comienza en la de Carmona. Termina en el Arroyo Hondo. En el siglo XVII tomó ese nombre y con él figura en el Repartimiento de 1639. Al reformarse por el Ayuntamiento el abastecimiento de aguas a las fuentes púbicas se la dotó de un servicio, a modo de grifo automático situado en la confluencia con la de Chozuelas. En el siglo XVI tomó el nombre de Gonzalo Pérez de Armijo, vecino principal que vivía en ella. En 1935 llegó a llamarse “Libertad”. Casi en su final, en la parte izquierda arranca uno de los dos ramales, que forman la ‘y’ de la calle Málaga; por su parte derecha, en la mediación se accede a la Avenida don Juan Calderón.

 

En ella vivió durante años una figura emblemática y muy querida en la localidad Manuel Álvarez, “Manolo, el mutilado’ hombre de excepcional bondad que sufrió las consecuencias horribles de la guerra postrado en una cama. Vecinos de ella: Frasquito José Pérez, tallista del trono antiguo del Santo Entierro, la pintora acuarelista, Ana María Garrido y el historiador Lucas González (nadie sabe más que él del futbol de Álora) con varias publicaciones sobre el Fútbol local o la figuras de Abindarráez y Jarifa..

 

La calle Algarrobo – larga y profunda como un suspiro escapado-  se sitúa entre Cantarranas y Málaga, por la derecha; Plaza Fuentarriba, y calle de la Parra, por la izquierda. Comienza en la calle Carmona y concluye en la de Benito Suárez. Por la izquierda se le incorpora la calle Zapata. En el siglo XVI se llamó de Alonso Gallego. Estaba unida por una travesía, hoy desaparecida, de nombre Juan Acedo, con la calle Cantarranas. En la fachada del número 40 existe una hornacina donde se venera un Cristo Crucificado. La piedad popular adorna el altar callejero protegido por un cristal y verja de hierro. De noche se ilumina con luz eléctrica y siempre se halla con flores, artificiales y naturales.

 

Su desnivel hace que la acera izquierda conste de muy pocas viviendas y tenga frente a la acera derecha los muros traseros de la de la Parra. Otra originalidad más de esta calle única.

 

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