sábado, 29 de octubre de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. España desconocida: Otoño en los Montes Universales


                   Montes Universales. Serranía de Cuenca

29 de octubre, sábado. La naturaleza se ha echado sobre los hombros un manto de oro. Líneas de choperas doradas marcan los cursos de los ríos y de los afluentes que llevan hasta ellos sus aguas. Son otros caminos por senderos de agua, diferentes, distintos a otros caminos.

El extremo sudoccidental de la provincia de Teruel limita con Guadalajara, Cuenca y Valencia. Allí se asientan los Montes Universales. En los atlas señalan la Muela de San Felipe y la Muela de San Juan y la Sierra del Tremedal. Una manera de identificar a lugares que tienen una personalidad definida.

La comarca, agreste; los paisajes, bellísimos. Alternan zonas de bosques con las de pasto en este tiempo agostado por su ciclo cumplido y por las heladas mañaneras. En su suelo nacen ríos como el Cuervo que en Tragacete brota de la piedra; el Tajo, en Fuente García. Es el más largo de la Península Ibérica. Pasa por Toledo y se rinde al Atlántico por el mar de la Paja, en Lisboa; el Guadalaviar, que después se llama Turia; el Cabriel; el Júcar…

Es una tierra de naturaleza esplendida. Tierra de silencios largos, como las noches de sus inviernos rigurosos y muy fríos. Pequeños pueblos deshabitados que no se ven desde la lejanía sino solo cuando ya se está muy cerca de ellos. Albarracín fue la capital de Señorío de su nombre. Tiene catedral y obispo que no reside allí y casas construidas en adobes, como todas las del entorno, con entramados de madera. Tiene un color propio. El sol del atardecer le concede la gracia de hacerlo diferente a todos los demás.

Sus tierras, mayoritariamente, son comunales. Los ayuntamientos emplean los recursos comunales del bosque para dotarse de infraestructuras y equipamientos “mientras sus vecinos – dicen las voces críticas – se marchan del pueblo por la falta de los más elementales recursos”.

Las plantas  - sabinas y encinas – de gran resistencia al frío, lento crecimiento y larga vida alternan con el pino negral que crece en alturas medias de los valles y ofrecen un paisaje propio.  El hombre de la zona, adusto y riguroso, consecuencia del clima en el que ha desarrollado su existencia ha conseguido una arma en la gastronomía para subsistir contra la dureza del clima: gachas, sopas de ajos, cordero a la pastora, truchas… Tierra de otoños cortos y dulces, preludio de lo que vendrá después.

 

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