viernes, 27 de mayo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mayo florido



          Ruiseñor en el sotobosque 


27 de mayo, viernes. Decía el romancero que por mayo “canta la calandria y le responde el ruiseñor”. Vivo en un lugar donde no hay calandrias, pero sí ruiseñores que, en las horas altas de la madrugada, convierten sus maitines en una de las sinfonías más sublimes que nos puede regalar la naturaleza para recibir al día que llega.

En las orillas del arroyo crecen álamos blancos y negros, chopos, alisos, zarzas, un cañaveral frondoso… La maleza impenetrable le resguarda de depredadores y en la maraña de arboleda de ramas entrecruzadas y verdes con hojas que titilan con la brisa, encuentran el lugar seguro para anidar.

Todos los años anida una pareja de jilgueros entre el ramaje de la parra. Se amparan en la cercanía de casa y buscan un sitio precioso. Son unos privilegiados, porque los pámpanos le dan cobijo y serán los primeros en ver como granan y limpian los racimos, que poco a poco, toman cuerpo. Escucho su canto. Veo al macho posado en las ramas de los granados cercanos, pero todavía no he visto dónde tienen escondido el nido.

Hay también una pareja de mirlos. Los mirlos anidan en los encuentros de los limoneros o en las ramas más fuertes. Buscan los bichillos del estiércol del huerto y dan voladas cortas para despistar al posible visitador no deseados de su nido.

Los que sí están repletos de gorriones son los cipreses del borde de la alberca. Los gorriones aprovechan las oquedades del canalón, o entre algunas tejas levantadas del tejado. Son unos pillos. Ellos desde los cipreses, - juegan con la altura -  tienen en observación directa cómo está su nido. Los gorriones están hechos a las voces. Los más listos son los gorriones de las estaciones. Debe ser por su proximidad al progreso y a la velocidad del tren…

Hay también otros pajarillos que cantan sin cesar, sobre todo, cuando apunta el día con los primeros rayos de sol por el Cerro de la Farola: chamarines, verderones, carboneros… Los conozco por su canto. No los tengo por amigos porque los pajarillos no tienen amigos ¡y bien que me gustaría!

Mayo florido, hermoso, de trigales espigados que bambolea el viento, se va despacio, lento, como tiene que irse y dará paso a junio, el mes que tiene más preciosas las aguas del mar y si no, que se lo pregunten al Conde Arnaldos…

 

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