viernes, 6 de mayo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueños tangibles


                        

 

       Álora, Valle del Guadalhorce. Málaga


6 de mayo, viernes. Se ha ido la DANA o sea estas últimas tormentas de primavera. Dicen que se formaron en el Atlántico, que tuvieron una trayectoria errática. Vamos, que no sabían ni de dónde venían ni hacia dónde iban. Pero vinieron a pesar de ser un camino nuevo para ellas.

Los hombres del tiempo nos contaron que se han dado una vuelta por el norte de África, se han empachado del polvo del desierto y luego, sin poder aguántalo dentro – debe tener un sabor muy raro ¿verdad? – lo han arrojado, otra vez, sobre el suelo de la Península.

En algunos sitios como el caso de Levante, además les ha descargado cantidades enormes de agua y ha sido un desastre. Inundaciones, ríos desbordados, ruinas en los campos, árboles destrozados, cosechas perdidas. ¡La gente desesperada!

Por aquí, han sido chaparrones fuertes, algunos fortísimos, con su propina de granizo. Algunos pantanos han acopiado agua y casi tocan la coronación del pie de presa. El del Conde de Guadalhorce, ese que por estos lares llamamos el ‘pantano viejo’, anda porcima del 97 %; el de la Concepción casi le toca los talones con el 95%; el Guadalteba, al 66% y el Guadalhorce, al 48%. Casasola y Limonero, a más distancia y la Viñuela, ¡de pena! No llega al 17% ¡con el potencial económico que tiene esa zona y los cultivos subtropicales sin agua!

La lluvia ha refrescado el campo. El manto verde que lo cubre se ha hecho más verde, intenso, como el manto de algunas vírgenes. La esperanza se ha asentado por los olivares y los sembrados de cereales bambolean sus espigas, poco encañadas, eso sí, al viento. Todo está precioso. La naturaleza ha respondido con una generosidad asombrosa. ¡Y mira que le hacemos cosas malas!

Todo está brillante, bruñido. Dentro de muy poco comenzarán a vestirse de amarillo las cebadas tempranas y los sembrados tendrán otras vestiduras. Es el color más propio de aquí. Estos verdes intensos, rabiosos casi dicen más de Cantabria, de Asturias y de las cornisas gallegas, pero a nosotros nos han hecho un regalo tan inesperado, que si a primeros de marzo nos hablan de haber superado los quinientos litros, lo habríamos visto como un sueño. Estamos en un sueño real, de esos que se acarician con la mano.

 

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