lunes, 30 de noviembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Trinidad

 

 

                                        


 

Tiene luz propia. El barrio de la Trinidad nació en torno al convento  levantado en el solar que ocupó el campamente de la Reina Isabel la Católica, en el XV, cuando lo del cerco a la ciudad de Málaga. Eran los finales de la guerra contra el reino nazarí de Granada.

La reina cedió aquel terreno a los frailes  trinitarios y desde allí, creció el barrio. Tuvo muy bien marcados algunos de sus límites. Otros no quedaron tan claros. Por el este, el río Guadalmedina, su freno natural. Varios puentes a lo largo de los siglos, lo salvaban en tiempos de crecidas que duraban poco, pero que eran tremendas. Actualmente, solo el Puente de Armiñan y el de la Aurora.

Por el norte, el descampado de Martiricos y arroyo de los Ángeles. Recibió el nombre del primitivo convento franciscano; por el oeste, lo que hoy conocemos con nombres de calles:  Blas de Lezo y Eugenio Gross, que arranca en el Camino de Antequera.

No está tan claro donde termina el barrio antes de su entronque con el Perchel, ( los percheles de Málaga los llamó Cervantes), que llegaba hasta el mar. Algunos autores, toman a calle Mármoles como eje divisorio, si bien dentro del propio Perchel, - se accede por don Álvaro de Bazán - existe el  “Llano de la Trinidad”. No queda tampoco definido si la ermita de Zamarrilla es perchelera o trinitaria.

Del convento, desamortizado en 1835, después cuartel, y luego edifico en ruinas que no terminan de recuperar,  partía una calle larga, larga, calle de la Trinidad, que llegaba a ‘la puente’  - luego, de la Aurora, por el rosario que le dio nombre -. Permitía el paso desde el arrabal, en el otro lado de río, a la ciudad.

En la iglesia de San Pablo, se venera a Jesús Cautivo, “el de la túnica blanca”,  a la Virgen de la Salud o el Santo Traslado, pero esa es otra historia, como lo es Zamarrilla, o la iglesia modernista de Fátima.

Barrio de gente humilde, de vida muy dura, donde faltaba de casi todo. Perdidos los insalubres ‘corralones’ y las ‘casas matas’, sufre una metamorfosis enorme.  Allí nació, en calle Mármoles, un cante con sello propio: la Jabera: “Barrio de la Triniá / cuantos paseos me debes / cuantas veces me han tapao / las sombras de tus paeres”.


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