lunes, 25 de febrero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El campo tiene sed






Está con la desesperación que se asoma por la puerta de la garganta. Pide agua, agua del cielo. Una noche, o  una tarde, o un rocío, o algo, pide algo. El campo está seco porque quien manda en las alturas de eso que llamamos ‘cielos’ dice que no se mueva de ahí el anticiclón.

Hace unos días fui a Antequera. El camino antinatural – porque no hay zona más dejada de la mano de los políticos que toman decisiones en los despachos que el trazado de esa carretera – por el Valle de Abdalajís, lleva por medio de campos donde la sementera casi no ha nacido.

Están los trigos en la Herriza del Duque, en la Cureña, en el cortijo del Guiterrete, en las Cuerdas, con un quiero pero ya no puedo. Es una alfombra verde, con demasiados espacios donde ya se ve el marrón de la tierra que se apodera del sembrado.

Pasados los Atanores, un cabrero bajada de la sierra. Me paré con él. “Todavía, me dijo, un remedión podría darse, pero como esto tarde, ya no habrá arreglo”. El hombre me marcó con su mano extendida, hacia el arroyo del Búho. “Mire usted, mire usted cómo está el campo. Da pena”.

El hombre llevaba razón. Por el arroyo de las Piedras, el que viene desde los Prados de Eslava, baja un hilo desganado de agua. Son las escorrentías de lo que llovió en otoño cuando sembró de muerte, Campillos, Teba, y los pueblos de la Sierra Sur de Sevilla.

Parece que sobre nosotros se cierne una maldición. ¿Será un repetición de aquello que llamaban plagas bíblicias en Egipto? No sé. Mi amigo José María dice que es el cambio climático. Mi amigo que lleva razón en muchas cosa, a lo mejor, también la lleva en esto.

Otro amigo, Antonio García Barbeito, lo culpa a tanto cemento que se ha comido la tierra calma y da como solución sembrar y sembrar y sembrar árboles. No sé, después de ver lo que están haciendo en Cantabria y cómo está por aquí el campo…,cunde, ¿qué quieren que les diga? el desánimo….




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