domingo, 24 de febrero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pie cambiado






Febrero viene, en algunas cosas, con el pie cambiado. Verán. Anoche se presentó en Villanueva del Trabuco  - qué nombre tan feo para un pueblo tan bello – una de las mejores revistas de las que se editan en la provincia de Málaga… Y digo con pie cambiado porque esa publicación tenía que haber visto la luz hace unos meses. Burocracia, y otras lindeces, bueno. Dejémoslo estar.

Casi en los Alazores  nace el Guadalhorce. Allí, en las cumbre de San Jorge y Gibalto, se da la vuelta el viento – si vienes de Granada, viento frío que corta el alma- “cuando te perdió el rey moro,  Granada por ti lloró” – y, si del sur, trae brisas del mar de Ulises  cargadas de azul y olas de nácar.  Allí brota en lloros filtrados en la caliza y en la fuente de los Cien Caños los encauzan como rumor cristalino. El río da nombre a la revista: “Desde el Alto Guadalhorce”.

Un grupo de hombres con muy buen saber hacer y un espíritu crítico e inquieto han coincidido en formar una gavilla con colaboraciones, que abren un abanico excepcional en torno al río que nos vertebra y aglutina, desde Villanueva del Trabuco al arreijanal malagueño, recogidas  en una publicación excepcional.

Fulgencio, su hermano José Manuel, Gerásimo, Paco Campos que anoche – y bien que se le echa de menos – estaba ahí, solo ahí,  un poco más allá, en esa tierra de estepas que llaman Uzbekistán, Luis Utrilla y… (que me perdonen los demás del equipo el no mencionarlos) Ayuntamientos del Rosario y el Trabuco, alguna empresa privada… Hacen posible algo que es para deleitarse.

Este número, el octavo, lo dedican al pueblo de Fuente de Piedra y su laguna y “su espejo de agua” en el que vuelan los flamencos. Ponen esa nota de color como cuando el amor no está revuelvo y todo es de color de rosa y paz; belleza y sosiego, quietud y calma.

La maquetación acorde con los contenidos que encierra; color, papel, “paisaje y paisanaje”,  historia, etnografía, buen gusto y tacto. Todos los palos, mejor, todas las cuerdas de un arpa imaginaria. Dios, las arpegea, arranca las notas de algo sublime como es la música embaucadora de sirenas de tierra adentro. Navegan por las aguas de cristal,  afloran en olivos, azahares y orquídeas. “Desde el Alto Guadalhorce”, si pueden…




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