lunes, 4 de febrero de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Juan de Yepes






Fontiveros está en la comarca de La Moraña, en la paramera, entre Madrigal de las Altas Torres, Arévalo y Ávila. Tierra ondulada, lagunas endorreicas. Cereales;  clima duro. Veranos asfixiantes; inviernos, fríos.

En Fontiveros nace Juan de Yepes, 1542. Hijo de Gonzalo de Yepes que venía de una familia de judíos conversos de la planicie de Ocaña, en Toledo. De camino a la feria de Medina, donde administra bienes de la familia, conoce a Catalina Álvarez. De ella, la referencia dice: “pobre”.

Del matrimonio – tejedores de paño – nacen Francisco, Luis, y Juan. El padre muere cuando Juan tiene cuatro años; Luis, con seis, probablemente de hambre. La madre con Francisco y Juan se trasladan a Arévalo, primero; luego, a Medina del Campo…

Vida de dureza y extrema necesidad. La sortean como pueden. De estatura  baja, enjuto,  ojos grandes y frente despejada. La inteligencia por encima de lo normal. El niño sirve a los conventos y como ‘pobre de solemnidad’ asiste a las clases del Colegio de los Niños de la Doctrina…

Con veintiún años ingresa en los Carmelitas, 1563, Medina del Campo… Traduce a Ovidio, Virgilo, Julio César, Cicerón y Horacio… Insatisfecho con esa vida, busca otra en la Cartuja. Regresa a Medina del Campo. Conoce a Teresa de Cepeda y Ahumada. Lo engancha en la reforma que ya tiene emprendida del Carmelo. Están en marcha los Carmelitas descalzos.

En Duruelo (Avila) funda el primer convento de varones ‘reformados’. Hay enfrentamientos entre Carmelitas ‘calzados’ y ‘descalzos’. Lo que es peor, chocan el poder pontificio y el regio. En la noche del 3 de diciembre, 1577, lo encarcelan en Toledo. Se niega al  retracto. Lo recluyen en una prisión conventual durante ocho meses. No tiene papel ni lápiz. Memoriza el ‘Cántico espiritual’.

Nueva huida. Viaja por Andalucía y Portugal… Cargos y destituciones…Con cuarenta y nueve años muere en Úbeda. Pleitos por poseer su cuerpo. Cervantes cuenta en El Quijote: “Una veintena de encamisado con hachas encendidas – sus labios musitan apagadas preces – acaban de aparecer dando guardia a una litera mortuoria”. Son los restos del fraile. Van camino de Segovia.

El fraile se entretuvo en escribir: “Mil gracias derramando, / pasó  por estos sotos con presura, / y, yéndolos, mirando,  / con sola su figura, / vestidos los dejó de su hermosura…” Se le conoce por San Juan de la Cruz. El más grande de los poetas místicos…




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