jueves, 24 de agosto de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¡Viva la Virgen de Flores!

Hijo único, la orfandad marcó su infancia; luego, también, parte de su vida. A la muerte prematura de su padre, su madre buscó el refugio y amparo de dos cuñadas, soteronas y mayores que ellas y que, en fondo, tenían la llave de la despensa.

Niño inseguro, siempre fue acompañado a la escuela de una criada. Nunca pasó por el aprendizaje de la calle. Los niños, los contados niños a los que se le permitían acercase podían jugar con él… en su casa, claro.

Cuando llegó la hora de la Primera Comunión su madre lo llevó a hacerle la fotografía para perpetuar la ocasión a un fotógrafo de la capital. Se apellidaba Olmo. Tenía el estudio en calle Cister casi en la esquina de calle Cañón, cercano a las paredes de la Catedral.

El día antes se habían desplazado en el tren. Se alojaron en casa de unas parientas que vivían en calle Beatas – también es coincidencia de nombrecito -  y de allí a media mañana llevaron a la criatura al estudio de Olmo. Olmo se desplazaba al pueblo todos los domingos pero el estudio de Málaga tenía más caché que el del pueblo.

Olmo lo situó con un rosario en las manos, arrodillado en un reclinatorio postizo, con un librito postizo, y con un  altar postizo. El hombre escondió la cabeza detrás de un paño, levantó la mano para atraer la atención del muchacho y… en ese momento, en ese preciso momento, interrumpió la madre: “Un momento, Olmo, un momento, que no le he puesto la colonia…”.

Se libró de la mili - ¡con lo bien que le habría venido! – por hijo de viuda, que era cierto pero no lo era que alimentase a la madre porque vivían de unas pequeñas rentas de las fincas heredadas del padre y que administraban las solteronas beatas.


Al muchacho le arreglaron el casamiento. Le compraron el traje y el ‘cuarto’ porque el muchacho se quedó a vivir en el lugar donde había vivido siempre. Aquella noche fue la noche más sublime de su vida. Conoció la libertad. El hombre, todo expresivo fue incapaz de guardar el secreto de alcoba y, en un impulso incontenible, en el silencio de la madrugada abrió, de par en par, el balcón, se asomó, y a voz en grito, con los brazos en alto, proclamó: ¡Viva, la Virgen de Flores!

La imagen puede contener: cielo, noche, montaña, océano, exterior, naturaleza y agua


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