Vienen de ese sitio donde un
poco más allá, solo un poco más allá, ya
es Portugal. Vienen de esa sierra que dice la topografía que es la Sierra de
Aracena y Picos de Aroche, pues sí, pero no. Vienen de ese lugar donde el
Múrtiga o la Ribera que es lo mismo hace un regate en los campos de Flores y
saluda a la Virgen en la ermita…
Bueno, antes, mucho antes
vinieron otros. Eran tiempos de guerras y desencuentros, como ahora, pero de
otra manera. Los Reyes Católicos, esos que unos dicen que eran buenos; otros,
que malos; y, otros, que ni lo uno, ni lo otro, habían emprendido el final del
guerra contra el reino Nazarí de Granada.
Málaga, la que está junto a la
mar azul de Ulises se las prometía muy felices. El castillo de Álora era el
bastión que defendía el camino que bajaba por el río abierto en meandros en medio
de la llanura y… entonces, vinieron con el ejército de conquista gentes de
Cumbres, de Freixenal, y de Encinasola y de todos aquellos lugares.
Luego, cuando llegó la época de
reparto, le dieron tierras y se asentaron y aportaron costumbres y manera de
vida y apellidos que serían comunes: Galván, Jiménez, Moreno, Delgado, Vázquez,
Rodríguez, López, García, Domínguez,
Gómez, Sánchez, Márquez, Ruiz, Muñoz, Ramírez… ¿seguimos?
Trajeron, también, lo mejor que
tenían. Trajeron a su madre, venerada bajo el nombre de Virgen de Flores y la
dejaron aquí y, aquí está desde hace más de quinientos años. Y en Álora y en
Encinasola –porque estos vinieron desde Encinasola – se le reza y se le pide a la
misma Madre.
Con el paso del tiempo las
relaciones una vez fueron más vivas; otras, más apagadas. Hace un par de años Antonio García Barbeito escribió una
Salve; el maestro Abel Moreno le puso música. Se estrenó allí. Ahora, su Coral
viene aquí y la quieren presentar cuando la Virgen llegue, en su retorno como cada año, a finales de
agosto, por unos días al pueblo.
Llegan dentro de un rato. Vienen
con la ilusión de quien acude a casa, a su casa “que en Encinasola / con nombre
de Flores / eres Flor de Amores / de mi corazón. / Y en un santuario, /Salve de
un rosario,/ Álora te guarda / en nido de amor…”
Todos los reencuentros de perotes y marochos son motivo de orgullo para todos ellos y para ambos pueblos. A disfrutarlo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Tomás. Los sentimientos son recíprocos.
ResponderEliminarHace ilusión sentir los perotes cuando eres de allí
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