martes, 5 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carmen

En los años aquellos en que uno pensaba que casi todo el mundo era bueno y que las cosas tendrían arreglo, vino Joan Manuel Serrat y cantó algo muy duro y muy claro: Le llamaban Manuel. Informó que nació en España, donde vivió, también, - si a aquello se le podía llamar vida – , y cantó un desenlace que aprieta la garganta…

Nos dijo lo que era un final trágico. Cuando no se ven luces, ni una siquiera;  una luz, aunque sea pequeña, al final del túnel, algunas personas optan por otra vía. La desesperación es algo tremendo; la incomprensión de los que rodean, a lo mejor, hasta superior.

Lo leí en la prensa del domingo – creo recordar que en ABC -. Un hombre conserje en el barrio de Salamanca, elitista y de gente con muchos ‘posibles’, despedido, busca la prejubilación. No la consigue. La culpa una deuda en torno a los dos mil euros con la Seguridad Social.

Perdido se echa a la calle. Dos días con una maleta a cuestas por Madrid. Estación de Atocha…Otros ‘perdidos’ le ayudan. Pan, agua, y lo que es impagable: solidaridad. Un día en ‘su’ barrio de pijerío una antigua vecina lo ve pidiendo.  Lo mira a los ojos. Siente vergüenza. Se va. Termina casi en el fin del mundo: El Ferrol…

Otra mujer, se llama Carmen, lo acerca a Caritas. Le tiende una mano. Es “la tonta del bote”;  la buena samaritana que da agua de otro pozo. Una de las muchas que se llaman… Bueno, da lo mismo. Están detrás de un mostrador, en una oficina, en cualquier sitio.  

La prensa habla de otras cosas. La información fue tan efímera como la flor del cactus: tuvo un día de vida. Nadie ha abierto una entrevista, a cuatro columnas, con Carmen. ¿Cuántas mujeres ‘carmenes’ hay sin que nadie las conozca?

Esta sociedad mira, quizá, con demasiada frecuencia, a sitios poco comprometidos. El hombre de esta historia se llama Juan. Decía en la información algo así como que cuando des una limosna a alguien, mírale a los ojos. ¡Casi nada!


Juan pedía algo muy  difícil. Juan, ahora ayuda a  otros ‘juanes’ en trances parecidos. Ya ven se llamaban Manuel, Juan o Carmen. Gente buena que tiene una – o las dos manos – abiertas a los demás…Otro mundo.

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