viernes, 29 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La de los toreros machos

Ronda despierta pletórica de luz; es una ciudad hermosa. Ronda tiene arte en sus calles y en su historia. Lleva de su mano tantas cosas que hay momentos difíciles de separar entre qué es embrujo y qué realidad.

Me echo a andar. Callejeo. Calles estrechas; están todavía en sombras. Es temprano y ya hace calor; el cielo, azul y muy limpio. El trazado de las calles de la ciudad tiene la habilidad de llevar siempre a quien deambula hacia el mismo sitio.

La calle de ‘la Bola’ es el crisol donde se funden todas las gentes que acuden por diferentes motivos. Viene gente de la Serranía. Los traen los asuntos más dispares: una visita al médico o al hospital; un día de compras; un paso por la gestoría para arreglar unos papeles; unas gestiones de cualquier índole.

Acuden autobuses. Muchos autobuses. Están estacionan junto a la Real Maestranza de Caballería; luego, al caer la tarde, devolverán, por el mismo sitio, a los turistas a sus puntos de orígenes.

Vienen desde lugares lejanos. Pasan unos días en la Costa del Sol; han subido por la carretera de San Pedro y, después de coronar la sierra que la separa de la mar, se desparraman por sus calles. Se acercan a los bares tópicos, digo y quiero decir, tópicos; van a la plaza de toros, se asoman al Tajo; pasean por la Alameda.

Han levantado  monumentos a Orson Welles y a Hemingway que “aspiraba a escribir como se torea en Ronda: sobrio, de repertorio limitado, simple, clásico, y trágico”.

Villalón la vio como “la de los toreros machos”. Pedro Romero, sigue ahí, de pie, a la entrada del parque. Pedro Romero creó escuela. Después vinieron el Niño de la Palma y Antonio Ordoñez; Cayetano y Francisco…

Las montañas, en el horizonte, son líneas de tintes violetas; el Guadalevín, en la hondonada, busca el Gaudiaro entre choperas, sauces y álamos blancos que serán oro viejo en otoño. Solo faltas tú.  
  

Ronda está ahí, donde siempre. La gente va y viene; una brisa suave mueve las copas de los árboles del parque;  la sombra de Vicente Espinel junto a Santa María la Mayor, y la de Rilke, y  la de bandoleros y, la de los amores que se quedaron en sueños…

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