domingo, 3 de julio de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Julio

¡Cuántos recuerdos! Julio; curso de verano, Ciudad Real; gente de media España consumíamos horas nocturnas en los bancos del parque… “no te olvides nunca”. Yo no te he olvidado;  de ti, desde aquel día…

El Express de Madrid salió de Málaga al filo de la media noche. Cruzó en la oscuridad una tierra conocida con la luz del día pero, a esas horas,  todo eran sombras. Negritud en los túneles; negritud en el campo. En la distancia parpadeaban algunas luces.

En Bobadilla, primera parada. Un hombre con un farol;  uniforme usado; una gorra con visera, en la cabeza; el andar, cansino y rutinario; una porra larga de hierro y  un golpeo contra las ruedas o contra algo metálico. Rompía el silencio de la estación. Sonaba y se perdía. Era algo  lejano y agudo.

Las ventanillas abiertas. La marcha del tren en aquel entonces nos parecía que era muy superior a los trenes que nosotros usábamos. Era un tren que marcaba diferencias. Era el tren de las grandes distancias que unía ciudades lejanas.

De madrugada,  la campiña cordobesa, olía a mies segada; a rastrojo y a parvas en las eras; a campo achicharrado por el sol de la tarde. El Guadalquivir, por Alcolea, jugaba al escondite con la vía. Olivares por Montoro, por Andújar, por Linares-Baeza…

Un tren transversal: Manzanares-Puertollano, máquina de vapor, paisajes escapados de los cuadros de Benjamín Palencia, con el sol de la mañana nos dejó en Ciudad Real. Clases intensas; mañanas de horarios continuados. Los profesores venían a decir que todas las materias eran importantes; la suya, más. Atletismo y competiciones; pistas de ceniza; zapatillas nuevas. Cronos y estadísticas.

Miguel Ríos recordaba “aquel agua tan fría” y aquel río. No lo dice Miguel. Era el Bullaque por Piedrabuena. Seguro. Tom Jones llenaba con su voz enorme, desde una máquina del bar, las tardes de piscina. Luego…¡ay, luego! Tinto barato y peleón. Teníamos los bolsillos tan vacíos de dinero como llenas las alforjas de ilusiones.


El parque era el ágora y el escape; lo mejor del día… Todo tuvo su fin. Una chica morena en el borde del andén; un vestido blanco; un viaje de vuelta; barba de un mes y en el envés del billete de cartón, escrita una leyenda: “no te olvides nunca”. Yo no te he olvidado; de ti, desde aquel día…


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