jueves, 31 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Encinasola

Encinasola está a pedir de mano de la frontera. El río Múrtiga por medio y, un poquito más, solo un poquito más, y ya es Portugal. Encinasola es la ventana por la que España saca el pañuelo y le dice adiós al sol, cada tarde, cuando se va camino de América. O sea, Encinasola está en su sitio.

Parece que se empina; sobresale en la Dehesa; se asoma y da la bienvenida a los que llegan. Recorta en el azul de su cielo la torre de San Andrés y el caserío blanco y el castillo… Memoria de otros tiempos de rivalidades entre vecinos.

Otros tiempos, también, fueron los culpables. Desencuentros y guerras. Gentes de Encinasola acompañan al ejército de los Reyes Católicos. ¿La Contienda? No, otra contienda, en aquella ocasión, contra  el Reino Nazarí de Granada.

Primavera, 1484. Un grupo de marochos  - ¿por cierto, se llamarían ya marochos las gentes de Encinasola? – dejan en Álora una imagen como la de su madre: la Virgen de Flores. Más de quinientos años. Desde entonces – con lo que corre el tiempo – Ella, allí y aquí.

“A orillas de la Ribera….” Cantaba Jarcha; “Álora, la barrancosa / la del convento de Flores…” proclama ‘otro’ fandango. Folclore y amor a la Virgen de la mano; amor de hijos que llaman, a pesar de la distancia, con el mismo nombre a la Madre común.

Encinasola celebra sus fiestas. Un grupo de perotes, desde ya mismo, vamos desde dentro de un rato, antes que el sol trasponga por el Monte Redondo, mezclarán el acento maracho de la ‘elle’ con esa otra manera de hablar de los perotes.


Y en la calle, en la  orilla… sellarán, una vez más, antes que centelleen las estrellas en lo alto, el amor de hermanos. Serán unos días de convivencia y de confraternización y, Encinasola, una vez más abrirá los brazos a los hijos - ¿se fueron alguna vez?- que retornan a la llamada de la Madre…

No hay comentarios:

Publicar un comentario