sábado, 19 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rosales

Llaman a la primavera con gritos y desde lejos. Lo piden; lo desean; lo proclaman a los cuatro vientos. (Por cierto vaya temporadilla de vientos racheados y continuos que  hemos llevado). Los rosales están llenos de brotes tiernos; son brotes nuevos.

Dicen que a Rilke lo manó la espina infestada de un rosal. Rilke amaba Ronda, el Tajo, y la belleza de la Serranía recortada en el horizonte de su cielo casi siempre azul…y, las rosas. Rilke tuvo una ósmosis con Ronda como la tuvo Orson Wells o Antonio Ordóñez.

“Te veo, rosa, libro entreabierto, que contiene tantas páginas…” Rainer María Rilke era un hombre pobre y solitario. Los que estudiaron su obra afirman que en su vida reinaron dos amores: la mujer y la rosa. ¿Cuál fue la imperante?

Hay rosas rojas, amarillas, blancas, púrpuras, anaranjadas; hay rosas de pasión y pureza; hay rosas aterciopeladas y rosas de sutil delicadeza como el amor que empieza al caer la tarde en cualquier esquina porque el amor tiene cosas así.

Los que saben les atribuyen mensajes unidos a sus colores: la rosa roja es pasión, excitación; la blanca pureza e inocencia, limpieza de mente, felicidad que va a perdurar en el tiempo; lilas, seducción, deseo; amarillas, satisfacción y alegría; la naranja éxito  y prosperidad; azules, armonía, afecto…

Hay otras rosas. Tienen otro color, el color de eso que conocemos por vida. La mano del que lo puede todo hoy, con la luz de mañana,  decidió  trasplantar  una - se llama Encarni -  a la rosaleda única, de su cielo. Era sonrisa, era vida y alegría…

Los rosales se han vestido de brotes nuevos. Ya apunta a primavera. Los arriates de los parques muestran cómo aflora la vida que llevan dentro. Han pasado el invierno, sufrieron la poda y las hojas tiernas anuncian que dentro de unos días serán todo belleza.


Pedro – Pedro J. Macías – ha captado algo de esto que les digo. Es un tronco retorcido; está plagado de espinas; sus hojas nueva anuncian la eclosión de la vida que llevan corriendo a manera de savia por sus adentros. 

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