martes, 8 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pongamos que hablamos de Madrid


                                                                                        A mi amigo Pillo Lobato

Pillo, querido Pillo, las Cibeles está donde siempre; o sea en el cruce de los vientos que vienen del Norte por Recoletos; en el camino que viene de Alcalá, por el Este; en el que sube, desde Atocha, por el Paseo del Prado; en ese río que baja desde Sol, Poniente.

La Cibeles está preciosa. Echa agua la fuente. Y mira que los madrileños tienen subido los decibelios del cabreo por el abandono progresivo de la Villa y Corte. Sigue sentada en su carro inmóvil y los leones ya no parecen tan fieros como ‘el lo pintan’.

Me dice un amigo que la diosa tiene un deje de tristeza en el rictus de sus labios. ¿La culpa? La culpa la tiene el Madrid – “el Real de Madrid, como dicen los ché” - de Florentino que no puede celebrar ya ninguna fiesta porque se han puesto que no ganan ni a las canicas. Pero eso, a ti y a mí, no nos viene.

Están de ‘agiornamento’ en la fachada del Banco de España. Ese que tiene los dineros, manda hacer billetes y tiene un gobernador que antes ponía un garabato  en los papeles y valía tanto como la firma del Rey de España.

 Le pregunto a un amigo dónde habrán pedido el préstamo para costear el andamiaje que cubre la fachada y las obras porque deben valer un perraje lo que tienen montando. No supo – o no quiso, no sea que yo vaya también a pedir – decírmelo.

Don Ramón del Valle Inclán también está en su sitio; por donde el Café Gijón pero en el centro del Paseo. El café Gijón ya no es lo que era. ¡No veas cómo le han perdido el susto al euro! Te decía que don Ramón sigue, en bronce, flaco y malhumurado, iniciando su paseo y con las manos asidas, a la espalda.


A don Ramón tuvieron la ocurrencia de ponerlo bajo un árbol tan poco gallego, sin   meigas, y sin airiños…, como es un olivo. Pero, en fin, ya sabes. Eso, ocurre. Otro día te contaré otras cosas.

1 comentario:

  1. El problema de Don Ramón, tal como están las cosas por Madrid, no es – creo yo – que esté bajo un olivo. El problema principal, a mi entender, es que, como es gallego, le encuentren algún parentesco con Rajoy y de golpe y porrazo, no es que se vea bajo un olivo, “sin   meigas, y sin airiños”, sino que acabe sus días, en un almacén municipal de trastos viejos y declarado “hijo non grato” de la villa. Todo cabe, en este Madrid de ahora amigo...

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