martes, 15 de marzo de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El vecino de enfrente

Su padre - de la madre se sabe poco - era natural del Valle del Pas en Cantabria. Pasó por Valladolid; recaló en la recién creada – otra vez – Corte. Dicen que vino buscando fortuna, o sea, “a por atún y a ver al Duque”. En Madrid rehace su vida; en Madrid nace Lope.

Lope de Vega y Carpio es el más prolífico de los autores españoles. Su obra llena el Siglo de Oro; su talento, la gloria de la Literatura española. Escribió mucho, tanto que hay quien pone en duda que todo fuese producción ‘propia’: teatro, poesía, novela.

Tiene relación con los otros escritores de su tiempo. Con algunos, buena; con otros, regular; con quien la tuvo malísima y con quien la enmendó al final. Amigo de Quevedo – comparten ser Esclavos del Santísimo Sacramento en el Oratorio de Caballero de Gracia, en la calle del Olivar – enemigo, irreconciliable, de Góngora y ‘arreglo’ al final con Cervantes.

Su vida azarosa. Tocó el amor; supo de lo agridulce de todo lo que conlleva: infelicidades, raptos, destierros, dolor y algo de felicidad, muy poco. Ve morir o sufrir a quienes más quería o ve como la vida que le daba tanto le privaba de otras cosas.

Las mujeres eran un imán para Lope. Su pasión difícilmente podía refrenarla. Se le reconocen quince hijos de diferentes madres: María de Aragón, Isabel de Urbina - en la iglesia de San Ginés, en la calle del Arenal, están las actas de su boda - , Juana de Guardo, Micaela de Luján, Marta Nevares…

Como hombre propio de su época intenta un ‘arreglo’ al final y quiere enderezar su vida. Lo busca en la religión. Se ordena sacerdote en el Carmen Descalzo, canta la primera misa en San José… Pero Lope tiene una fuerza interior que supera todo fervor religioso. Es su amor hacia la mujer. Lope era un genio en las letras; un hombre, en su más genuina esencia, en su comportamiento.


Vive en la misma calle que Cervantes. Le sobrevive un puñado de años. Muere en agosto de 1635. Lo entierran en la iglesia de San Sebastián, cercana a su casa, en la calle de Atocha. Como es propio de España sus huesos hoy están perdidos…

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