jueves, 13 de julio de 2023

Una hoja suelta delcuaderno de bitácora. Los abejarucos vienen con el verano

 

            


13 de julio, jueves. Esta mañana ha amanecido el cielo despejado: soplaba poniente. Era un día pletórico de verano. Los abejarucos llegaron hace unos días porque siempre vienen de la mano de las calores del verano.

Los abejarucos se han levantado con las primeras térmicas de la mañana. Son madrugadores; hace calor; es un calor pesado, monótono como el canto de los abejarucos.

Es tiempo y lugar. Dicen que con el verano venía el polvillo que se levantaban cuando los moreros aventaban en la era y las moscas y los abejarucos que vuelan, con sus alas puntiagudas, en círculos por los cielos.

Dice el maestro Barbeito que los abejarucos “parecen nacidos del arco Iris”. Desde luego, colorido les sobra. Pueden pulsearlo cuanto les plazca solo que ellos vuelan bajo el sol fuerte y tórrido del estío.

Este año que casi todo es anormal – hasta el exceso de calor -  llegaron cuando sonó el cornetín de órdenes y dejaron las tierras áridas de África. Nadie les avisó que aquí, en el sur del Sur, hace casi tanto o más calor que allí, que están secos los pantanos y que por los grifos, de madrugada no sale agua…

La floración de primavera ha sido dispar, distinta, atípica. No hay agua corriendo por las cañadas y las abejas – se mueven en un radio de cinco kilómetros -  necesitan  flores y agua. Decía Muñoz Rojas que “los abejarucos son el terror de los colmenares”. Abejas, tabarros – terrizos, y de los otros – moscardones, insectos…forman la dieta de su alimentación diaria. Un amigo me decía que el colorido de las abejas que cazan en sus vuelos les da la belleza a sus plumas: amarillas, azules, anaranjadas, violetas, rojas… No sé si esto lo sostiene la ciencia. Sería una última contribución de la abeja que entrega su vida a un pico largo, muy largo, puntiagudo y fuerte.

Han anidado en las cárcavas del arroyo conforme se sube camino de la sierra después del moño de adelfas que ha crecido donde tributa la cañada de los Huertos. Sus nidos excavados en el talud son profundos. Su canto monocorde esta mañana han sido el complemento al calor; pusieron un cielo diferente.

Cuando aflojen estas calores y les cueste más sustentarse en el aire, una mañana emprenderán el camino de regreso y las cárcavas del arroyo, vacías, aguardarán un año más su regreso. El cielo perderá colorido; es el ciclo de la vida.

 

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