sábado, 15 de julio de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El negro del tren

 

                           


15 de julio, sábado. Ulises Macauley – su hermano Homero repartía telegramas en Ithaca, California – se entretenía jugando en un agujero. Cuenta William Saroyan en La comedia humana que Ulises vio un tren que venía desde la lejanía. Corrió velozmente junto al tren. Saludó al maquinista, pero el maquinista no respondió al saludo; saludó, también a otras cinco personas que iban en el tren, pero ninguna respondió al saludo; por último, un negro apareció apoyado en el borde de la plataforma. Por encima de estruendo del tren Ulises escucho cómo cantaba el negro. Ulises saludó también al negro. Entonces ocurrió algo maravilloso, el hombre negro y diferente devolvió el saludo gritando: “Vuelvo a casa, chico, vuelvo a mi casa…”

Esta mañana he escuchado en Canal Sur una entrevista. El experto decía que el cinco por ciento de los jóvenes de España están en el umbral del suicidio. O sea, un paso al frente y todo se termina. Decía el hombre que hemos dejado a los niños solos. Sin calle, sin colegios donde estrechan las relaciones con los otros niños del barrio, sin amigos…

Citaba también el hombre a Aristóteles que en un consejo a su hijo le decía poco más o menos. “Huye de un hombre que no tiene amigos”. ¿Ante quien vamos a responder de ese índice de suicidios que se anuncian si somos los responsables de haber dejado a los niños sin amigos y en compañía de tables, maquinitas, teléfonos móviles, paquetes de ordenador o aislamiento?

Lorenzo Orellana (a quien yo debo el haberme encontrado con William Saroyan) en su comentario al Evangelio de hoy habla de un relato. Alguien llegó a la tienda de los ángeles y le pidió que le vendiesen paz, justicia, verdad… Entonces el ángel que lo atendía le dijo que allí no vendían frutos sino las semillas y que cada uno tendría que cultivarlas…

Y, después, viene la parábola del sembrador y esas cosas. Ustedes disculpen. Con estas calores, (si pasan de 40º son las calores y si no llegan son el calor) a uno, en ocasiones, les propician que se le ocurran cosas raras, quizá muy raras, como el artículo de hoy. Pero a mí, sentado delante del ordenador me ha dado en pensar en Homero y Ulises Macauley;  en Ithaca, California; en Lorenzo Orellana; en el negro que respondió al saludo desde el tren,  en la gente que no ven horizontes y lo tienen todo cerrado… 

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