Casa donde estuvo la confitería: La Nueva. Álora
13 de abril, miércoles. Era
Pepe, José Rodríguez Racero, un hombre de estatura superior a lo normal. O sea,
era un hombre corpachón, alto. Voz de barítono, pero de no muchas palabras; las
precisas y justas. En las noches de verano, yo de niño, lo veía sentado, en su
puerta, para tomar el fresco. Como su trabajo siempre estaba en el interior del
obrador su tez aparecía con la blancura de las personas que permanecen mucho
tiempo a la sombra y toman muy poco el sol
Pepe llegó de Ronda. El hombre
- Álora no le ha reconocido que fue un innovador de la pastelería – trajo la
exquisitez que por aquí no se conocía. Desde que se fue Ángel Cabello – las
personas mayores decían que nadie habías superado ‘el cabello de ángel’
- la repostería dormitaba entre lo anodino y lo vulgar.
Pepe aportó la calidad de una
escuela nueva. Un hacer diferente. Unos pasteles en forma, composición y tamaño
(se sabe que las buenas esencias en frascos pequeños) era la delicia de los
posibles clientes. Sé de gente que venía los domingos por la tarde -era la
costumbre de entonces – a merendar con la repostería de Pepe.
Cuando llegó se estableció en
la calle del Peligro; luego, pasó a la esquina entre la calle Nueva y la calle
de Atrás. Posteriormente, se estableció, hasta el final, en la Fuentarraiba,
casi a la entrada de la calle de la Parra. El azúcar, de casa de Miguelito, el
de Felipe. A Pepe le acompañaba, su
mujer, Lina, con una parsimonia y una calma que no conocía la prisa. Sus hijas
Mari y Pepi que se nos fue muy pronto, y Carlos y -Ana Mari…
Pepe, puso el broche de oro a
aquello que aún no sabía Carlos Cano “y la gracia de tus manos”. Hacía
como nadie los bollos de chocolate, y los roscos de hojaldre
cubiertos de cabello de ángel, y las isabelas, y los piononos y
aquellas tartas, troceadas en porciones porque la economía de entonces no daba
para eso de comer tarta como hemos tenido la fortuna de disfrutar después.
Si ustedes van por Ronda, en la
plaza del Socorro, casi en la esquina de la calle de La Bola, (en el Tajo,
algunas veces se da la vuelta el viento), en la pastelería las Campanas, hacen
algo parecido – deben ser de la misma escuela; los de Pepe, mejores. Palabrita
del Niño Jesús - pero solo parecidos a aquellos con que nos deleitaba Pepe…. a
quien recuerdo con un afecto entrañable.
¿Será que uno, además de goloso, se está haciendo viejo?
Buenas noches. Genial como siempre. No hace falta ser del lugar para ver a Pepe sentado tomando la fresca por la noche. Y esos pasteles, se me esta haciendo la boca agua. genial
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