miércoles, 12 de abril de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Golondrinas

 

                                   


          Monumento a Bécquer. Parque de María Luisa (Sevilla)

 

12 de abril, miércoles. Era media tarde. Sevilla estaba preciosa. Entramos – mi mujer y yo - por la Avenida de Andalucía. Fermín, me había indicado en una ocasión: en la Cruz del Campo gira a la izquierda y toma toda la avenida hasta el final, antes cruza la Gran Plaza y… Me marcó el itinerario para llegar hasta la Avenida de la Borbolla donde debíamos hospedarnos.

Lo hicimos. Como era repetir el viaje de otra vez anterior no hubo problemas. Después esas cosas rutinarias de los hoteles, de carné de identidad, de llave que ahora no es llave sino una cartulina de plástico… Cambiamos la ropa del viaje por esa que uno tiene que ponerse para ir a los lugares cuando va de invitado. Uno se viste un poco de máscara y se pone un traje y una corbata y los zapatos nuevos que como se usan poco molestan siempre en los pies…

Tomamos un taxi en que nos iba a llevar al lugar indicado. Por la Avenida de Portugal, ¡ay, Portugal!, “¿por qué te quiero tanto?”-, llegamos a la Avenida del Cid, bordeamos la glorieta y pasamos por las veras del Parque de María Luisa y, casi a pedir de mano, por el monumento a Bécquer.

Se me encendió la bombilla. Esa que a veces surge con los recuerdos que no afloran casi nunca y me acordé de las golondrinas y de la casa de mi abuela. Venían todas las primaveras hasta las vigas de la cuadra. Allí, con sumo cuidado colocaban trocitos de barro y hacían el nido. Luego, durante unos días veíamos a la golondrina que no salía del nido. Un día, aparecían, asomados a la baranda de barro, los pataletes con unas bocas muy grandes que piaban y piaban para llamar la atención de la madre que les traía bocadillos de mosquitos y canapés de bichitos microscópicos… Así un año y otro.

Pasó el tiempo y leí algo que había escrito un hombre que ahora representaban en un busto de mármol a la sombra de un árbol precioso. Dicen que es un ciprés de los pantanos y que es uno de los ejemplares más singulares del parque. Me vino al recuerdo: “pero, aquellas que el vuelo refrenaban…”

El taxi seguía su marcha. Llegamos a la Glorieta de los Marineros…

-         Eso, me dijo el taxista, es un crucero. Ahora, por este tiempo vienen muchos a Sevilla…

-         Ah…

¡Ay, río de Sevilla, que te vas camino de la mar…!

 

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