lunes, 21 de marzo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.

 

 


             Quinta de los Molinos. Madrid            


 21 de marzo, lunes. Pasear por Madrid, por la tarde, a finales de invierno, a esa hora en que el sol dora arreboles sobre las cumbres del Guadarrama, es una experiencia única. Esos atardeceres los pintó Velázquez y dejó la profundidad y el colorido en sus lienzos.

El parque de la Quinta de los Molinos está casi al comienzo de lo que se llamó Carretera de Aragón. Ahora los tiempos cambian. Se llama Barrio de El Salvador, en el distrito de San Blas-Canillejas. Se accede por varios sitios, pero la parada de Metro más cercana, es la estación de Suanzes, en la línea 5, en el número 527 de la calle de Alcalá…

El parque tiene dos partes. Una artística y monumental, en la norte; otra, de labor. Está sembrado de plátanos orientales, olivos, pinos y eucalitos. La estrella del parque, los almendros. Florecen entre mediados de febrero y marzo. En este espacio de tiempo, son exponentes de la Gracia de Dios.

Los almendros hacen que este paisaje no se pueda confundir con ninguno. Hileras tiradas con cordel. Geometría y campo de la mano. Floración exuberante, colorido. Reverbera el color blanco; zumban las primeras abejas. Hay cantos de pájaros y arrullo de torcaces picoteando la yerba que apunta en los bordes de los caminos, entre las calles espaciosas y amplias de almendros.

Hay que deambular, perderse, dejarse ir por donde se apetece. Rincones, estanques, pequeños vericuetos con alhelíes, lianas, lirios, enredaderas…

De vuelta a la calle – se puede salir también por la calle Juan Ignacio Luna de Tena, en la zona norte; por el este, Avenida 25 de septiembre; por la Avenida Miami, por el Oeste – a la calle de Alcalá uno se topa de cara con la bulla, la prisa y el ruido sordo de la ciudad. Es la vorágine. Coches, gentes, terrazas… A eso le llaman civilización.

El parque fue un espacio propiedad del marqués de Torre Arias. Lo abandonaron a su suerte, y años después el Ayuntamiento, mediante acuerdos urbanísticos, lo recuperó para la ciudad. Madrid tiene varias rosaledas, dos son únicas: la de Cecilio Rodríguez y la del Parque del Oeste; espacios verdes admirables: El Retiro, la Fuente del Berro, las riberas del Manzanares, el Juan Carlos I, el parque de Roma… Otros, desconocidos pero soberbios: la Quinta de los Molinos o el Parque de El Capricho en la Alameda de Osuna…

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