lunes, 12 de abril de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de abril

 

                                  


El campo se agosta. El campo se va. Dicen que llueve en media España. En algunos sitios con avaricia como mostraban las cámaras que ocurría hace un par de noches, en Madrid, durante el partido de fútbol, pero aquí, como que no. No quiere y como en esas cosas manda Otro, pues eso…

Ya se han espigado las lomas del Chopo. Hay nidos de cogujales en los trigos. Cuando pase un poco de eso que llamamos tiempo, vendrá la camada picoteando y poniendo una nota diferente en los sembrados.

Cantan las alondras al amanecer. Es un espectáculo tan único como escuchar los violines de Scheherezade cuando Rimsky – Korsakov hacías que la orquesta desgranase las notas y nos introducían en el misterio de enlazar el cuento cada noche donde la fantasía siempre supera a la realidad…

Hay un nido de jilgueros en el ciprés de la esquina de la alberca. Está a una altura suficiente como para que no lleguen los gatos. Los gatos tienen el instinto de la caza en sus genes y para ellos además de su careo diario además, supone algo vital. Uno, en su impotencia siente compasión por esos pajarillos indefensos ahora y piensa en ellos picoteando en las semillas de los cardos.

Cuando abril, en otros años de lluvia, dejaba charcos en los caminos, los jilgueros bajaban y se daban los primeros chapuzones y al sentir la presencia humana levantaban el vuelo asustados, despavoridos y buscaban refugio en las ramas de los árboles.

En esta tarde abril de viento revuelto con los prunos llenos de flores rosáceos, morados, como tupidos morados íntimos, regalo para afortunados que orillan otros bordes a los que no se puede llegar. Los almeces se han vestido de hojas nuevas. Son un pespunteo de vida en las umbrías y un preludio de sombra para alivios de caminantes cuando venga lo que tiene que venir.

Se columbran las nubes, de paso, por las sierras. Las nubes van de paso, van para otra parte. Tarde de abril, tarde de rosas: amarillas, naranjas, rojas… “Amantes de abril y mayo” (y de siempre) que cantó doña Concha dando vida a la letra de Rafael de León… Tarde de abril que alarga el crepúsculo… ¡Ay, abril!

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