martes, 16 de marzo de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Talla

 

 


Año convulso. El mundo sumido en una pandemia y no sabe por qué calle echarse. En todas hay barro, muchos charcos y poco sol que seque, evapore y disipe la suciedad que nos tiene acongojados.

Todo surgió como esas cosas que vienen sin saber ni el cómo, ni el cuándo. De la noche a la mañana, hablaban de un virus; luego, de una gripe; después, que si la cosa es más seria de lo que parece, que todo se colapsa y que la gente se muere.

El mundo ha sufrido pandemias (en otros tiempos se llamaban de otra manera y se entendían como castigos divinos). La peste negra, la peste bubónica, paludismo, fiebre amarilla… Como las plagas bíblicas de Egipto, llegaban periódicamente o como las golondrinas, pero con bastante mala leche.

Las gentes se encerraban en las iglesias, recintos herméticos donde los contagios eran tan fáciles como que la miel atrape a las moscas. Todo se quería arreglar con rezos y cal. Santos a la calle en medio de rogativas y la fe pedía que el milagro terminase con el entuerto. Buscaron otro remedio: la cal. Se blanquearon las paredes de los templos porque creían, en su desinformación, que la cal mataba al bicho. De desinfección e higiene, no hablaban.

Ante el problema que se nos ha presentado, los únicos que realmente han dado la talla han sido los científicos. A nivel mundial han trabajado a destajo y han aportado la posible solución que hasta ahora se conoce, la vacuna. Ojo, hablo de los hombres de la Ciencia, generalmente mal pagados y casi siempre desconocidos, y no de la industria que ha ido a enriquecerse con la miseria y la desesperación de los demás.

En su egoísmo, se han olvidado de los pobres del Tercer Mundo y en su afán de que todo es poco en su ambición de dinero, han llegado a ofertar producciones en cantidades que no han podido cumplir. Hay una cosa que no dominan, el tiempo.

Hay otros colectivos que también han dado la talla: sanitarios (médicos, enfermeros, asistentes a personas necesitadas, farmacéuticos, veterinarios…) casi siempre cuestionados; docentes, de un voluntarismo fuera de lo común; personas de oficios a los que no se les presta atención: limpiadoras, barrenderos, cajeras y reponedores de supermercados, camioneros, agricultores. Ganaderos, gente de la mar… ¿Seguimos? Sabemos también, quienes no han dado la talla, pero a esos que Dios los ampare.

 

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