sábado, 29 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pintor y su obra







Leonardo Fernández está en un momento espléndido de madurez. Los artistas tienen una evolución, como todo en la vida, con un comienzo, del que luego cuando llegan a la cumbre suelen arrepentirse y se hacen una pregunta, naturalmente, sin respuesta: ¿por qué hice yo aquello? Era su tiempo y su momento. No hay otra cosa que alegar.

Tiene Leonardo una producción superior a las mil obras esparcidas por el mundo, de las que más de ochocientas, se han vendido desde galerías catalanas a admiradores de su obra en aquellas tierras.  Da una idea de la producción y de la expansión pictórica de este artista malagueño, nacido en calle Tomás de Cózar, a la sombra de la iglesia de Santiago y de la Plaza de la Merced, donde correteó de niño.

Leonardo es el pintor de los bodegones, de los patios malagueños de comienzos del siglo XX, de los grifos que gotean agua, del agua que reboza los bordes de la orza… y de las rosas. Son rojas, amarillas, violetas… “¿Qué sería de la vida sin las rosas?” se preguntaba Federico García Lorca. Trasládenlo a los cuadros del genial malagueño y pregunten ¿qué sería los cuadros de Leonardo sin esos pétalos que destilan amor, belleza, empatía…? En una palabra ¿qué sería los cuadros de Leonardo sin las rosas?

Es el pintor de lo primoroso, el jazmín que destila amor, el humo de la castañera, la gota de agua que corre por el otro lado del cristal,  la mosca impertinente posada en el marco de la ventana desvencijado… No intenten espantarla. Es tan real, que es una pintura.

Ha recogido también en sus cuadros, acontecimientos históricos con obras de gran envergadura, como el Fusilamiento de Torrijos o el Sitio de Fuengirola. Por su gran tan tamaño, exceden de las dimensiones habituales. Muestran además, el acopio de  documentación para conseguir la ambientación precisa, idónea, y lo que es más importante, el trabajo concienzudo, tenaz, asiduo, del hombre, en este caso, del artista que se supera a sí mismo…

Toca también, aunque de manera más esporádica, el retrato. Personas de las que capta los detalles puntuales, y sin embargo, y lo que es más importante, nos muestra un retrato del alma de quien posa ante él. Este hombre de bodegones, flores, grifos rotos…, y de personas. Un pintor excepcional.




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