miércoles, 26 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Blanca IV



                                    


Era media tarde de un día soleado de otoño. Sobre El Retiro se columbraban en un cielo muy azul, unas nubes que iban de paso. Un ruido sordo y opaco, subía de la calle. El tercer piso de la calle Juan de Mena, 27 de Madrid, tenía un amplio ventanal por el que la tarde se asomaba hasta la mediación del despacho.

El despacho de Blanca no era ni grande ni pequeño, funcional y donde no faltaban las pinceladas de buen gusto.  En los testeros, pinturas de pintores reconocidos, de Rittwagen, un cuadro naïf de los Baños del Carmen en Málaga,  y de Leonardo Fernández, un bodegón en un patio andaluz de principios del siglo XX.  Las otras dos las había adquirido en una galería de Madrid, en la calle Claudio Coello. Eran de un pintor joven que ya tenía un nombre reconocido: Cristóbal Pérez. Uno recogía una calle de Nueva York, con la densidad del tráfico enorme que ocupa la urbe; el otro, una marina apaisada de un mar con olas medianas coronadas por un pespunte de nácar. En un rincón, un jarrón con flores secas…

Pensó primeramente que podría ser algo relacionado con su trabajo profesional, pero le había extrañado bastante que el señor con el que había concertado la cita, la había llamado a su teléfono privado, obviando a la secretaria que era lo habitual, y le había dicho: “con usted, a solas y sin testigos”. En un principio estuvo tentada de no concederla y alegar que estaría fuera, pero le parecía tan poco consistente la excusa, que optó por terminar cuanto antes.

La secretaria, a la hora en punto en que estaba concertado el encuentro, le anunció que en el vestíbulo estaba un señor... Le acercó una tarjeta de visita en papel de muy alta calidad y de diseño: Baraxil Azcuénaga,  Idazkaria. Tenía una enorme curiosidad por conocer el objeto de la visita.

Se saludaron cortésmente y lo sentó en la zona del despacho para atender las visitas. El hombre, relativamente joven, poco más de treinta años, no mal parecido, complexión de quien cuida su aspecto físico, con una nariz muy prominente, tenía un hablar pausado. Le ofreció un café, un refresco, agua… Rechazó con una sonrisa el ofrecimiento y le manifestó que no deseaba tomar nada…








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