martes, 18 de agosto de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paisaje



                                     


Decía mi maestro, Manuel Alcántara que “el paisaje es un estado de alma”. Al maestro, obviamente, no se le discute, pero si él hubiese visto los vientos que corren por estas esquinas, a lo mejor nos habría acuñado otra frase, igual de buena, pero con otras posibles salidas.

Si se abre cualquier periódico – además de ver la tendencia editorial – se ve que esta preocupación sanitaria es de una magnitud difícil de calibrar. Los más optimistas dicen que en los países desarrollados la cosa puede durar hasta finales del año que viene. A uno se le ocurre aquello de “largo me lo fiais”.

Dicen mis amigos – Paco Valverde, acaba de reabrir el grupo, que teníamos en estado durmiente – que es una alegría de reencontrarnos, de darnos abrazos y saludos, de desearnos todo lo mejor…. virtualmente, claro. ¡Con las ganas que tengo yo de dar abrazos de verdad, leñe!  

Por parte de la economía están saliendo conclusiones donde el listón no lo ponen tan lejos como la salvación sanitaria. Hablan que el otoño, sí, ese que entra el día 21 del mes que viene aunque hoy aquí hemos estado casi con las puertas del infierno abiertas de par en par, va a ser de “padre y muy señor mío”. La recuperación para más tarde, bastante más tarde.

Lo creo. Se de un empresario de autocares que para el mes que viene tenía contratados 21 circuitos por tierras de Andalucía con grupos de turistas franceses. El número de confirmados va por cuatro… Los restantes 17 se han volatizado.

Desde que escribo en estas páginas me propuse no hablar de política. Hasta ahora lo cumplo, pero ¿sería mucho pedir que las personas a las que hemos votado se sienten de una puñetera vez y, entre todos, intente buscar  - no digo que lo encuentren, que a lo peor, es que no pueden – un medio arreglo que nos lleve algo de optimismo y esperanza en estos días en que parece que se cierran todos los puertos en medio de una tempestad enorme?

Me quedo con aquella sentencia de don Miguel de Unamuno. De él se han dicho muchas cosas que no son ciertas pero cuando vio como estaba el patio y dijo aquello de “¡Dios, qué paisaje, qué paisanaje! ¿A qué no estaba muy equivocado?





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