martes, 7 de julio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Álora, en la pluma de Muñoz Rojas






Conoció y amó el campo como muy pocos lo han hecho. Quizá solo dos manos, la de Antonio García Barbeito y la de él, puedan asirse sin que ninguna de las dos se extrañen. La dos comparten el mismo camino, las dos sacan el agua del mismo pozo, a las dos guía un mismo amor: el campo…

José Antonio Muñoz Rojas nació  en Antequera a principios del siglo XX y murió en Mollina, ya bien entrado el XXI. Antequera, esa ciudad que podría ser la Florencia de Andalucía donde el arte brota de tal manera y naturalidad como ese sol que cada mañana alumbra al alba y que dio pie al dicho: “salga el sol por Antequera”.

José Antonio Muñoz Rojas dejó plasmada su experiencia, es decir, todo lo vivido en la Vega, amplia y feraz, que él se llevó consigo desde cuando niño primero, a los Jesuitas de El Palo en Málaga, y luego a los Jesuitas de Chamartín en Madrid. Se licenció en Derecho, opositó, ejerció en un banco y antes pasó la guerra como Lector en la Universidad de Cambridge (Inglaterra).

Las cosas del campo, con una clara influencia del poeta romano Horacio y donde la Casería del Conde, con todo lo que conlleva, su lugar de ensueño, tiene un protagonismo esencial. Es su libro santo y seña. Se agregan otros más, muchos más. Uno no sabe si la poesía, como en Juan Ramón, aparece a modo de prosa o la prosa es poesía en su pluma. Vinieron, además, Las Musarañas, Historias de familia…y versos, muchos versos y muy buenos. Amigo de Altolaguirre, Emilio Prados, Leopoldo Panero, Vicente Aleixandre, Neruda, Bergamín… ¿cabe más?

Escribió, también, de todo el entorno de la ciudad, su ciudad Antequera norte de mi pluma…, y de los parajes, próximos o lejanos en los que se encuentra enclavada: “El mayor río malagueño es el Guadalhorce, el río entre trigales de los árabes (…) y colarse como una auténtica lanzada de agua verde, Gaitanes adentro, para meandrear perezoso por la Hoya camino de la muerte que la hacen dulcísimo limoneros y cañaverales (…). Los pueblos de la Hoya son distintos, agrupados los unos alrededor de sus castillos, tal Álora ya no bien ni mal cercada, asomados al perenne esplendor del valle…”





No hay comentarios:

Publicar un comentario