Mañana de verano. Decido salir ‘a la rosa de los
vientos’. Con un pie en estribo, Felipe Aranda me entrega Mar de silencios
de María Gómez. Al pasar por la Cueva, me acuerdo de un amigo entrañable…
Si al salir de Ronda, como yo, en la Indiana, giras a
la derecha, te lleva a las ruinas romanas de
Acinipo.
“Se ubica -
dice la guía de la que me sirvo - en una gran meseta caliza de origen
terciario, con una altitud media de 999 metros , sobre el nivel del mar”. He andado
por allí varias veces. Me permito abrirte un abanico por si te es de utilidad. Si
por primavera, el campo vestido en flor; si por verano, como hoy, el estío hace
amarillear el pasto; si es otoño, las tonalidades de oros viejos y, si por
invierno el viento y el helor te corta la cara.
Las ruinas se mantienen en pie. Sostienen el paso del
tiempo y de los hombres. Entiende que te hallas en lugares que estuvieron
poblados desde el Neolítico. Por Acinipo -eran
y son fértiles su tierras- pasaba una vía que unía puntos de tanta
importancia como el Valle del Guadalquivir y la costa gaditana. El hombre,
además, ayer como hoy, compraba mármoles y piedras de construcción, hierro y
arcillas para la alfarería e iba de un lugar a otro...
Si te sientas en la escalinata, medita en la precisión
del dato - ¿por qué 999
metros ? - y piensa en aquellos hombres del siglo I que
levantaron murallas, termas, templos, el propio teatro, que ahora te acoge....
- ¿qué actores llevarían el mensaje perdido en la ondas del viento que, quizá,
como esta misma tarde lo hace en tu cara de viajero, acariciaba a los
espectadores (pan y espectáculo) que otros tiempos llenaron el graderío?
Si recurres a los apuntes que lleves contigo,
probablemente te dicen que hasta el siglo IV estuvo poblada y que, luego,
transfirieron el papel dominante a la cercana Arunda.
De Ronda – ‘la de los toreros machos’ pregonaba
Villalón – se ha escrito mucho, de Acinipo, menos, y a mi entender quizá poco. Ronda más sevillana que malagueña es la capital de
la Serranía, Acinipo tartésica y romana acuñó monedas con granos de uva… Parece
que le va a llegar un momento de rescatar parte de aquel esplendor. Nunca es
tarde, si la dicha es buena.
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