martes, 9 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Releer

Manda la imagen. Nos impactan; nos inducen; nos llevan a dónde y cómo quieren. Perfumes, coches, vestimentas, modas, estilos de vida. Canciones. Lo que hay que beber y un montón de no sé cuántas cosas más.

Decía don Pío Baroja: a la vejez gusta más releer que leer.  Voy a contrapié. Algo de eso he hecho. Verán. Debo ir para viejo – si es que no he llegado – porque me están gustando lecturas de hace un montón de años.

Me encuentro a gusto con aquel viejo que veía las luces de La Habana confundidas con las estrellas en el Mar Caribe. Aquel viejo no era otro que Hemingway que se retrató en un bote arrastrado por el pez más grande que había pescado en su vida.

Homero Macauley repartía telegramas en Ithaca (con ‘h’ intercalada), la que está en California. Los hombres, entonces, - como ahora – estaban, también en guerra. Williams Saroyan nos ilusionó. Los muchachos nos veíamos reflejados en el chaval de la bicicleta. El viejo telegrafista dormitaba borracho sobre la mesa del telégrafo.

Las campanas tocaban solas. Lo decía José María Pérez Lozano. Tiberio era un niño travieso. Jugaba a las cosas más raras. Hacía travesura en su pueblo. ¿Verdad que no está bien eso de dejar a los rosales sin pétalos con los estambre al aire? Eso hacía Tiberio en el jardín de Evaristo…  

Antón, el ratero tenía un pincho largo. Lo clavaba en la tierra de la orilla hurgando a ver dónde se escondían los bichos que le servían de alimentación. Lo cuenta Miguel Delibes. ¿La obra? Las ratas…

Me he pasado por la Casa del Libro. Me los he traído. Los había en edición de bolsillo. Caprichos que tiene uno.  Sus semejantes, ajados y comprados hace ya… Están traspapelados. Deben andar (mejor tienen que estar quietos) en los anaqueles.


Estos, ahora, están aquí, sobre mi mesa. Los he abierto al azar. He releído a salto de hojas. Me he encontrado con cincuenta años atrás. Año más o año menos, tampoco es cuestión de ponerse así. Fuera sopla el viento. ¡Qué noche hace, Dios! Escucho música. Luz Casal con Luar Na Lubre: “por unha de Camariñas vivo no mundo penando….”

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