jueves, 18 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Antonio


Antonio es un hombre de estatura baja; delgado y enjuto; entreverado entre un místico y un asceta; podría ser un hombre escapado de una obra de Quevedo que viviese en un ciudad donde tocan las campanas al amanecer y con mucha raigambre histórica.

Antonio es un hombre propio de un pueblo de la Castilla adusta, estricta y religiosa. Podría haber sido el secretario ideal de Fray Hortensio de Paravicino, o del ‘Caballero de la mano en el pecho’, o del mismísimo cardenal Tavera. O sea, se habría hecho sitio en un cuadro de El Greco.

Antonio es un alarife de la palabra; la recuesta, la acaricia, la halaga. Usa la que es precisa y oportuna. ¿Otra? No; esa. Exactamente, esa.  Busca y rebusca hasta dar con la adecuada, la que encaja, la que viene bien y a pelo en la expresión para ese momento.

Antonio es un hombre primoroso. Gusta y se gusta de las cosas bien hechas. Pulcro y escrupuloso; meticuloso en sus cosas; ordenado. Es un estilista del lenguaje. Lo deja ver en sus libros, en sus artículos, en sus versos porque Antonio ha escrito un puñado de libros y se ha retratado en muchos versos.

Ha dedicado su vida a la docencia; pedagogo y didacta;  discente de la enciclopedia que encierra dentro.  Ha marcado el camino “enseñando a llevar palabras de la mano” a muchos hombres y mujeres en la niñez de ayer.

Experto en la Copla; seguidor empedernido de todas las grandes que dijeron, y mucho, en el arte: Juanita Reina, Marifé, Rocío…Cuando toma la palabra es un libro que se abre; es un torrente desbordado; es una cinta sinfín…

Como lo es en  la saeta y en el pregón; exalta la mantilla; conoce el mundo de los Verdiales…; fumador empedernido de habanos: fuma los puros partiéndolos por la mitad para autoengañarse y creer que fuma menos.


Sus compañeros del Guadalhorce le tributan un homenaje. Si alguien piensa que los homenajes se los dan a la gente cuando está cascada, disipen las dudas: Antonio Vergara – que no lo había dicho antes – está como una quinceña, pero en masculino. ¿No me creen? Cuando él tome la palabra y, ustedes  lo escuchen hablar esta noche en la clausura, ya me dirán, ya me dirán…

1 comentario:

  1. Conocí a Antonio, en la tertulia de la mesa de un café en la Fuentarriba. Creo que me lo presentaste tu y, desde ese momento, hicimos buenas migas. Me regaló algunos de sus libros, que son, como dices, una enciclopedia de las formas del lenguaje. En nuestro pueblo – que se saca punta a un canto rodado – hay quien dice, que es presuntuoso con la lengua y, para mi, es que no le entienden. Siempre que nos encontramos en verano - sea donde sea - el saludo se convierte en media hora de tertulia, porque ninguno somos parcos en palabras. Daría cualquier cosa por estar ahí esta noche y oírle Pepe...

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