sábado, 6 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Álora

Álora se acuna como una pincelada blanca a los pies de El Hacho. Álora es una gota de rocío que se abre al sol de la mañana; un suspiro que se queda entre la tierra y el cielo y quiere subir y no quiere irse, como esos deseos que empujan un poco más allá pero de los que no queremos desprendernos.

La Sierra de Abdalajís es una mole de piedra grisácea y caliza. Corta los fríos vientos del norte cuando arrecia el invierno. A la izquierda, La Huma; en medio, la vaguada que arranca en el cortijo de la Parda y se termina en el Puerto de Flandes; a la derecha, la Capilla, y a media ladera un pespunteo de progreso en la vías del tren de Alta Velocidad.

Una cortina suave de nubes, mitad bruma, mitad evaporación, corona las cumbres. Se asoma al valle. Siempre se llamó Hoya de Málaga, ahora los geógrafos le han cambiado el nombre. Se llama Valle del Guadalhorce. ¿Qué más da?

El río – que no se ve - viene desde los Alazores donde se dan la mano las provincias de Granada y Málaga y se arranca como para el Guadalquivir. Luego, cambia el rumbo. Rompe por el Desfiladero de los Gaitanes; busca otro mar, el Mediterráneo de maremotos y pateras de emigrantes. Por donde  vino el comercio, la Democracia y el Derecho… el “nuestro”.

Marilina con ese ojo que capta lo que todos miramos pero sólo ella ve nos ha mostrado también un cielo azul y limpio y una parte de la Garbía malagueña. Hay quien dice que estamos casi en el escalón de entrada de la Serranía de Ronda.

Son piedras de arenisca; rocas maleables, fondo del mar de Tetis de hace millones de años. En su suelo han encontrado  restos de fósiles marinos. En las laderas se chorrean los olivares. Crían una de las mejores aceitunas de mesa, la “manzanilla aloreña”. Dicen, los que saben, que es envidia de otras muchas…


Álora, caserío blanco, en la distancia se hace antojo de llamada, apetencia insatisfecha, muchacha sensual que se insinúa, se deja querer y, luego, se entrega. ¿No me crees? Cuando quieras vienes y lo compruebas.

2 comentarios:

  1. Como por ensalmo Pepe, tu Ítaca de ayer, se ha transformado en tu Álora de hoy. ¿Porque será que ya me barruntaba algo así...? Aunque ya veo, que estás realmente en Ítaca, porque las piedras areniscas de la serranía, las haces emerger - como así debió ser – del fondo del Mar de Tetis, es decir, de donde estaba la Ítaca de Homero, pues de él nació nuestro Mediterráneo. En resumen – querido amigo – que al final estás, donde ayer dijiste que ibas a estar. Dale un beso a Penélope...

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  2. Qué bien describes, maestro, lo que conoces -por estudios y por amor- mejor que nadie. Magnífico retrato, querido Pepe. Enhorabuena.

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