viernes, 12 de febrero de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gallos

Están ahí. Algunos han venido – los han traído – desde muy lejos. Participan en un concurso anual. Sus criadores compiten por un premio. Ellos no lo saben. Pertenecen a la raza de “gallinas sureñas”. Tienen sobre sus espolones la sabiduría de los años.

Gallinas del campo; campeo a su antojo. Buscaban bichillos, “porque, ¿sabe usted? las gallinas tienen dos denuncias: por el pico y por las patas”. El hombre que me informa tiene arrugas, como surcos hondos,  en la cara y un montón de soles a sus espaldas. Disfruta. Se ha encontrado con el tiempo de cuándo él era joven.

Han congregado – es la IX Muestra – a los mejores ejemplares de la Comunidad.  Están en jaulones. Porfían: crestas derechas, enrojecidas; espolones crecidos; tienen las barbas granates. ¿El plumaje?, precioso y limpio: franciscanos, negros, blancos, moruchos, platas…

La gallina del campo era un auxilio en la economía doméstica: por el huevo y por el pollito tomatero o de los otros, si había algo que celebrar. “Hoy tenemos, arroz y gallos muertos”.

El gallo cantaba al amanecer. Anunciaba el despertar de la aurora. La exposición está cerca de mi casa; los escucho en la lejanía. Entre ellos hay un pulso para demostrar quién puede más.

A Miguel Hernández se le antojó “como pura nata de galantería” y Gloria Fuertes – tan olvidada hoy – nos vino a decir: “Kikirikí, / levántate campesino, / que ya está el sol, / de camino”. Fernández Flórez  vio en “sus plumas el iris”; y, Jose María Hidalgo, la añoranza: “era imposible que en medio de la gran ciudad cantasen los gallos”.

Los animales de la exposición tendrán  un estrés grande. Traslado; jaulones, mucha gente que pasa, mira, comenta, señala. Estos gallos han cambiado la libertad de un caballete blanco de cal por un local cerrado. Unos señores que saben mucho ponen una etiqueta en su jaula y dicen cuántos puntos han conseguido.


Luego volverán otra vez a sus corrales. El salón que los acoge cerrará las puertas. Un amanecer cualquiera el canto lejano, de algún gallo, que no tuvo caché para ser expuesto se subirá al caballo encabritado del viento. Va a llevar, en el silencio del perdedor,  su canto por el campo y… 

1 comentario:

  1. Eso de colocarme en el mismo párrafo que Miguel Hernández, Gloria Fuertes y Fernández Flórez, me ha llegado al alma Pepe. Uno, habla de los gallos como parte de su infancia – la mas bonita de la vida – y la nostalgia me invade, porque se asocian recuerdos de mi madre, mi casa, el colegio... “Ese gallo joven está revolucionando al gallinero con sus peleas...” Decía un día mi madre en el desayuno y, a los pocos días, comíamos pollo en pepitoria. Mi madre - en lo resolutiva - no se parecía nada a nuestros actuales políticos...

    ResponderEliminar