jueves, 27 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tabarro


                                              

Entró, a eso de media mañana por la ventanilla del coche. Iba abierta; hacía calor. Unas nubes altas entoldaban el sol y, a pesar de la luz tamizada, los rayos daban el calor propio de los días de primavera cuando ya gustan más las sombras que la recacha.

Con cuidado me eché al andén. Paré. No se movía. ¿Iría mareado? ¿Se estaría pensando qué destino se le avecinaba? Tampoco sé si estos bichos, en su mundo, piensan. Probablemente, como los humanos que hoy arrasan Madrid, tampoco utilicen mucho el razocinio.

De pronto, levantó el vuelo. Ascendente, como esos cohetes que suben en las ferias y los que no somos amantes del ruido deseamos que se alejen lo más lejos posible… Si tienen que explotar que lo hagan, pero en la altura.

No soy, en absoluto, amantes de estos bichos. Los que saben de naturaleza  dicen que son muy necesarios. Polinizan las flores y hacen que la vida siga. Puede. Los misterios de la vida desde luego son insondables, pero si se pudiese dar un arreglillo sin tabarros…

Cada año, en la puerta metálica del corral (aprovechan el calor de la chapa recalentada con el sol del verano) hacen una tabarrera. Zumban, revolotean y uno, desde la media distancia se ve en la precisión de rociarla con gas-oíl. Los ahuyenta. Harán la nueva tabarrera bajo una teja del chivitín, en alguna biga o donde les venga en gana.

A diferencia de las abejas (que también pican) pero son unos insectos excepcionales, éstos tienen pinta de zánganos. Dicen que el día que se acabe la última abeja, se habrá acabado el mundo. Hace unos días leía un artículo sobre las plagas - además de los insectívoros con palma de honor para el abejaruco - que merman las colmenas. Interesante. Autor el profesor Weistilifenbach.

En las horas de las siesta, el pilar del pozo se llena de tabarros, cuando maduran las uvas -  los mirlos hacen lo que pueden - se emplean en los racimos y, éste, de esta mañana camino de Málaga ha sido el aviso: ellos, también, ya están por aquí.

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