miércoles, 5 de marzo de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Diego Mamely y II

De: El camino desandado (Inédita)


                                         DIEGO MAMELY y II


6 de marzo.- Sobre las seis y veinte, Diego Mamely, a hombros de los suyos, ha salido de la iglesia por la puerta de la calle Bermejo. La puerta de tu calle, -de tu calle de cuando éramos niños y jugábamos a ser felices- y del almacén de tu Virgen de los Dolores, y del panteón donde  veíamos como Martín, “el de la Baratera” se las ingeniaba, en la Semana Santa, con los pocos lirios blancos que tenía para sacar lo más decente posible el trono a la calle en aquellos años de carestía. Te he visto ir. ¿Recuerdas, Diego, aquellas tardes de mayo, cuando don José Oropesa nos hacía escribir al dictado aquel texto que ya sabíamos de memoria: “resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana…?” Tú, eras siempre el primero, en Matemáticas. Y cantábamos aquello de “Machichaco en Vizcaya, para tomar respiración en Traflagar y Tarifa en Cádiz, y concluíamos con el de Creus, que debía estar lejísimo, por lo que nos costaba llegar. La clase olía a sudor de niños y a agua de varios días en tarros de cristal con azucenas para el Mes de María. Tampoco queda nada del viejo caserón que daba a tu calle y a la plaza donde jugábamos en el recreo. Ahora siento una profunda melancolía. Me invade. Me posee. Se apodera de mí y, a veces, me vienen pensamientos que hay que desterrar con la velocidad del rayo. Te has ido, Diego, y hay cosas que  no se le hacen a los amigos porque ya ves, pasan los días y eso que llamamos tiempo, pero, tú, no pasas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario