viernes, 10 de enero de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El hombre del escalón

                                

La noche ya se había echado a la calle. El hombre estaba sólo. Sentado en un extremo de un escalón de mármol blanco. Con un vaso de plástico alargaba su soledad hasta los viandantes. Nadie le hacía caso. Todos - yo también - pasábamos de largo.

El hombre no era ni mayor ni joven. En esa edad donde el ecuador de la vida te dice que ni a un lado ni al otro. Moreno de tez y pelo ensortijado. El hombre tenía unas gafas negras con cristales que cantaban unas diotrías por encima de lo que se suele llamar normal. Está expulsado de la sociedad y del sistema. Ropa sucia…

La noche comenzaba a vestirse de humedad. Una tienda de clientes pijos –a un lado- ofrecía bolsos y “complementos”; al otro, mucha luz y montones de zapatos alineados como en formación para ir a la batalla del uso, esperando clientes…Consumismo.

El hombre seguía allí solo. Gente con bolsa de colores y grandes letras: ‘Rebajas’. El capitalismo pone a menor precio productos que, hasta hace un par de días, tenían marcados un puñado de euros por encima de lo que marcan ahora.

La humanidad insolidaria lleva mucho tiempo de rebaja. Pasamos de la necesidad de la gente. Mendigos de cuerpo y alma esperan la moneda y la mano que ayude a salir del fango. No piden caridad; piden Justicia. Me acuerdo de Los Ángeles de la Noche, de Caritas, de los comedores sociales, de… Solucionan algo para el cuerpo pero, ¿y el alma?


Los faros rojos de las traseras de los coches eran puntales de aldabonazo a mi conciencia. Intento autoengañarme. “Tú no puedes solucionar todos los problemas”. Mi interior no está en total acuerdo. Sé que pude hacer algo; sé que podemos hacer más. Algún día…

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