sábado, 18 de enero de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ella

                                                          

Llegó a media mañana. Y, ¿entonces?, entonces apareció ella… Es la Gracia de Dios que ha venido, con algo de retraso, eso sí, pero ya está aquí. Caprichosa, como siempre, a su antojo. Ella manda.

Vino suave, con tiento, como quien no quiere la cosa. Se asomó por los cerros de enfrente, bajó, cruzó la cañada que este año, aún, no ha corrido, y se dejó sentir. Sin avisar, sin decir nada, solapadamente. ¿Dónde habrá pasado todo este tiempo?

 Dejó de cantar el carbonerillo. No sé dónde se metieron los chamarines que preludian primavera ni dónde los jilgueros que cantaban un rato antes. Los mirlos han tomado su rama y, por un rato han dejado de buscar bichillos.

No hay, esta mañana, palomas en el tejado. ‘Tito Livio’ y ‘Agripina’ (dos gatos que mi hija ‘rescató’ en el último momento) ya no están en el caballete del corral. Han puesto tierra de por medio.

Han regresado - habían subido a hora temprana - dos motos con esparragueros. Han pateado  la sierra. Deben llevar un pañetilla apañada. El campo es tan generoso que con nada, con cuatro gotas, las esparragueras han respondido. Ya se ven los primeros espárragos.

Me han dicho, - no han florecido, todavía, los almendros- que por la Cuesta del Berrón, sí hay algunos con pinceladas blancas. Se ve que los almendros, también, la han esperado, pero como no quería venir…

 Hay tagardinas en los bordes del camino. No lo sé pero en la realenga que va porcima de Las Caballerías, antes de llegar al Lomo Frío, ya, tienen que estar brotados los alcauciles y las borrajas. Seguro. Apuntan las sementeras. Se viste el campo de ropa nueva.


Llueve, llueve desde  media mañana, y por la tarde, y cae de manera suave, tan bien como sólo – la lluvia, cuando quiere- sabe hacerlo. Cernida… Ha venido la lluvia. Bendita sea ella.

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