miércoles, 2 de febrero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Candelaria

 

 

                            


2 de febrero, miércoles ¡Cuántos recuerdos acuden casi por un resorte! No sé quién los impulsa. Llegan de pronto, casi sin sentirlos y están aquí delante. Todos, con su presencia delante de mí sin que se borren, recobran la actualidad del momento…

De niño, al atardecer, entre dos luces, el campo se llenaba de luminarias. Las recuerdo en la lejanía.  Cobraban más resplandor a medida que avanzaba la noche. Eran hogueras que a mí, en mi pequeñez, a pesar de la distancia, me parecían muy grandes. Enormemente grandes…

Las encendían en Virote, en la Fuente de Juan Rajao, en Los Lagares, por Flores. La gente del campo acudía a la llamada totémica del fuego y entonces, cuando aún eso de los incendios no había tomado tanta virulencia como hoy, porque se respetaba la norma esencial de mantener el campo limpio, el fuego del Día de la Candelaria era un fuego sagrado.

La luz del día se apagaba poco a poco. El sol ya traspuesto, daba paso a las sombras que se extendían por el campo. Se habían recogido los pajarillos y por todos sitios imperaba un silencio que venía de la mano de la oscuridad, o sea de la noche fría de primeros de febrero… En la distancia se engrandecían las hogueras.

En el hornillón de la cocina, delante del horno, sobre troncos de olivos hervía el agua en una tapadera que mi tía, hacendosa y constante, vertía sobre la olla para que no se regastase,  preparada para la cena. Por las noches, en el campo cuando los hombres terminaban la faena, siempre se cenaba una olla con berzas, con arroz, con fideos… Se remataba con una pringada de tocino… La luz del candil – entonces no había luz eléctrica en las casas del campo – alargaba las sombras.

Conforme avanzaba la noche, en el palomar se escuchaban ruidos opacos. Eran las lechuzas que perseguían a las palomas. Acurrucadas, se resguardaban del frío. Esos ruidos, a los niños nos causaban miedo momentáneo que pasaba en cuanto las lechuzas emprendían el vuelo y se iban a otros palomares… Ladraban los perros.

Después se apagaban las candelas. El vacío era completo. A los niños nos llevaban a la cama. ¿Será que la nostalgia de ahora viene porque estoy más cerca de alguna otra cosa? La Candelaria, en febrero, dice que ya viene otro tiempo…

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