viernes, 5 de noviembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Apariencias

 

 

 


Vivimos en un mundo donde la esencia se esconde y afloran las apariencias de una manera descarada. Teatro y boato externo, mucho, demasiado. Estos días la gente se ha disfrazado de no sabemos qué. Unos decían que de la muerte, otros de diablos, otros de calaveras, otros de algo muy raro pero con muy mal gusto.

Algo parecido ocurre cuando llegan los carnavales. Lo he pensado muchas veces. Esconderse detrás de un disfraz es querer mostrar lo que no se es. Acaso una frustración oculta que en un momento determinado aflora como la lava del volcán ese de La Palma. Por cierto, si algunas televisiones no hubiesen tenido a mano esas imágenes ¿cómo llenarían las horas de programación?

Siempre llama la atención las imágenes y el comportamiento que transmiten algunos líderes políticos. Sonrisas, alegría, muchas alegría. Cuando celebran un congreso de ‘su’ partido, aparecen sin corbatas – que llevan habitualmente - y en mangas de camisa… Algo así como muy familiares. Y digo yo que eso será para aparentar que son sencillos como palomas, asequibles y cercanos y no como las víboras que algunos pueden acurrucar por dentro.

Se aparenta felicidad. Una sonrisa abierta, espontánea, contagiosa, expansiva e invasora. Ocultan la cicuta que algunos personajes esconden y que, en cuanto haya la mínima ocasión, la vierten en el vaso en que  bebe el rival o sea el enemigo. ¿Suena aquello de ‘a tierra que vienen los nuestros? Pues eso.

Cuando algún futbolista de medio pelo marca un gol, estalla en una euforia sin límites, salta, vocifera, besa el escudo, señala con su dedo un punto perdido en la grada o en el cielo, pero oculta que lo que está haciendo es aparentar para que cuando llegue la hora de negociar un nuevo contrato, pueda sangrar al que está al otro lado de la mesa y pedirle más y más y más…

Aparentamos cuando asistimos a alguna fiesta, cuando vamos a solicitar la concesión de un préstamo al director del banco, acudimos a una reunión o cuando matriculamos al niño en un colegio – ahora está de moda eso de los centros bi o trilingües - porque así, otros pueden  pensar que el nivel económico es superior del que es, y ocultamos que para llegar al  final de mes, la cuesta está bastante más empinada de lo que nuestras fuerzas necesitan.

Farsa, apariencias… algo consustancial a la condición humana. ¡Santo Dios!

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