martes, 9 de noviembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olivos tristes

 

 


En la Grecia clásica, olivos y mitología iban de  la mano. Simbolizaron la paz, el nacimiento de Atenea o la coronación de  los vencedores en los Juegos Olímpicos, cuando el doping aún no había llegado al mundo de la competición.

El maestro, cuando yo era niño, nos enseñaba que hasta este extremo del mar azul, lo habían traído los fenicios. Venían de una tierra de muy lejos en barcas de pequeño calado. Las empujaba el viento. Allí, también había cedros, pero nosotros no sabíamos cómo eran esos árboles.

Otro, le dio nombre a un pago rural: el Hoyo del Olivo, donde se dan la mano las estribaciones del Hacho y el Monte Redondo. Allí nace el arroyo del Baece, que en el Libro del Repartimiento,  aparece con el nombre de arroyo de Catalina Díaz…

También dio ‘apellido’ a Pedro, - Pedro ‘el del Olivo’- que un día llegó al banco con un apósito tapándole un ojo.

-         Pedro - le preguntaron - ¿qué te ha pasado?

-         “Na, que me han sacao un ojo”. Y, se quedó, tal cual.

Extraordinarios son los que se crían en la Herradura, donde el arroyo de los Chinos, que viene desde las tierras altas de la Atalaya de Omar, estrangula el meandro frente al Escondrijo, antes de llegar a confluir con el Jévar, junto a las tierras que fueron del antequerano Francisco Martínez Primo - el que doró el retablo de la iglesia de la Encarnación, en el XVIII -  y, que después se llamó El Tallista.

Hay ejemplares fuera de lo común en la Solana de Cerro del Cura (que fue de Francisco García Chamizo y que lo vendió contando los maravedís por pie de olivo), que traspone por el Puerto de Jévar hacia el Lomo Frío; en Bombichar – la Bobaxter de Simonet-,  en los Romerales, en Las Angosturas, en la Zurriaga… En la plaza de Médico Zamudio. Estos vinieron de la mano de Andrés García cuando era concejal de Agricultura…

Don Antonio Machado los cantó: “campo, campo, campo / y entre los olivos / los cortijos blancos”. Otro Antonio -  García Barbetio - dijo que “todos los años, ahí anda el olivo, que ha hecho de cada gota de agua una aceituna” y, Federico vio cómo se iba el Guadalquivir “entre naranjos y olivos”… Olivos, olivos, olivos…Ahora, por mor de la sequía o por el peso del tiempo,  los olivos están arromerados, cejijuntos, tristes…

 

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